Villarino de Manzanas, un pueblo de gatos
Esta pequeña localidad alistana, que cada segundo domingo de mayo protagoniza el encuentro romero fronterizo de La Petisqueira, apenas cuenta ahora con 12 vecinos y unos 60 gatos
Figueruela de Arriba
En la búsqueda de esos pequeños rincones de la provincia donde se supone que la vida pasa sin sobresaltos, tan pequeños y escondidos que seguramente ni el coronavirus sepa de su existencia, recalamos en Villarino de Manzanas.
Está metido en una hondonada, siguiendo el curso del arroyo del Cabrón hasta que desemboca en el Río Manzanas, y confluyendo en el punto donde se celebra cada segundo domingo de mayo la tradicional romería de La Petisqueira. Justo en el paso fronterizo con Portugal sobre el Río Manzanas, que ahora mismo está cerrado. Una romería que el poco vecindario de Villarino de Manzanas ya asume que este año no se va a celebrar por el coronavirus.
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Por cierto, para llegar a Villarino de Manzanas se puede acceder desde Figueruela de Arriba, con una carretera en buen estado o atravesando la Sierra de la Culebra, desde Linarejos y pasando a la vera de Peña Mira, el pico más alto de esta sierra. Si se elige ir por Linarejos disfrutará de un paisaje magnífico, pero se encontrará con una carretera (la ZA-L-2674 de la Diputación) que es un ejemplo vergonzante de desatención y falta de mantenimiento.
Por esa carretera llegamos a la entrada de Villarino de Manzanas, donde nos recibe una auténtica gatería despreocupada en medio de la calzada. Porque en Villarino de Manzanas hay muchos gatos, muchos. “Hay 60 o 70 gatos” nos dice un vecino que, a continuación, añade que en el pueblo ahora “estaremos una docena de personas”.
Por la calle sólo encontramos a un vecino, que vuelve a su casa desde otro inmueble cercano, y que nos dice que hay poca gente en el pueblo y que habría alguno más si no fuera por el Estado de Alarma. Y también dice que eso de la atención del médico por teléfono (tienen médico un día por semana) “me parece fatal”.
Su esposa, que acaba echarle de comer a casi una docena de gatos (“hoy les toca arroz”, nos dice), cuenta que ella está preocupada por su hija y su yerno que se han quedado en Madrid con sus nietos.
En Villarino de Manzanas no vimos un alma más por la calle, así que optamos por llamar a la puerta en un par de viviendas que parecían estar habitadas, con las persianas subidas. Una vecina nos abre la puerta, con mucha precaución y distancia, mientras su marido prefiere quedarse dentro, y nos dice que pasan el confinamiento domiciliario como pueden “bien”, a lo que su marido, desde una habitación interior remacha un “bien jodidos”.
Llamamos a otra puerta y el vecino nos cuenta que salen lo justo de casa y que la Guardia Civil patrulla a menudo. “Pasan una o dos veces al día, e incluso de madrugada los he visto pasar”, nos dice, aunque asegura que en Villarino de Manzanas la gente se comporta y respeta el “quédate en casa”.
Villarino de Manzanas, un pueblo de gatos
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