Paco, el hombre de 75 años con "mala salud de hierro" que vence al coronavirus
"Yo tengo las vidas de un felino", ha asegurado
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Santiago de Compostela
Francisco Barreiro García dio positivo en COVID-19. Y sobrevivió. Este domingo ha recibido el alta: "Yo tengo las vidas de un felino".
Las mismas que un gato, las tiene Paco, como se le conoce, aunque siete le parecen pocas. "Lo dice la leyenda, pero deben tener diez o doce... Porque siete ya las llevo yo y no ha pasado nada", ironiza.
Paco Barreiro supera el Coronavirus
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No anda desencaminado. Tres infartos, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), diabetes, insulino dependiente, hipertensión, septicemia, un fallo multiorgánico por el que llegó a tener niveles propios de "alguien inerte" y, ahora, coronavirus.
Notó fiebre estando en su vivienda y cuando vio que la cosa empeoraba decidió que sí, había llegado la hora de llamar a los sanitarios. Ingresó el pasado domingo en silencio, por no alarmar. Total, llevaba el móvil, pensó.
Lo condujo una ambulancia hasta ese centro médico, donde ha permanecido toda esta semana aislado, pero no ha visitado la unidad de cuidados intensivos (UCI).
Ha estado Paco conectado a oxígeno, desde luego nada nuevo para él, pues llegó a convivir con "el domiciliario hasta quince horas" al día. "Mi madre me decía que yo tenía una mala salud de hierro", cuenta sonriente a Efe y con una retranca tan instaurada que no puede siguiera tratar de ocultarla, aunque de momento la mantendrá "en privado": la causa, un aislamiento "riguroso" en su domicilio.
Su doctora de cabecera, María Jesús Freiría, para él "Chus y una profesional como la copa de un pino", llegó a preparar a los parientes de Paco para lo peor, pues sus patologías previas no ayudaban. "Mal pronóstico" fueron las palabras de la facultativa.
"Y aquí me tenéis de nuevo", son las de Francisco, al que no le gustaban demasiado las sábanas de "ese sitio" cuyas siglas son igualmente CHUS, porque las suyas caseras se le hacen "más calentitas". Y que echaba de menos una baraja y el cocido gallego.
Con él, el humor siempre va un paso por delante. Lo reconoce. Y admite que su secreto es ese suculento plato gallego que no perdona ni en agosto. Ese mes, en el que veranea en la localidad costera de Esteiro (A Coruña) se desplaza "al Peteiro", cerca de su piso, para comerlo, los martes.
Cumple con esta tradición todo el año y, por supuesto, en su bar predilecto. No es traicionero.
"Las tenía todas para estar en el otro barrio. Estoy agradecido a la vida", resuelve este septuagenario admirador, para más inri, de la aclamada cinta "Los inmortales" de Russell Mulcahy, y de Connor MacLeod, al que interpreta Christopher Lambert. "Solo puede quedar uno", es la frase más repetida por Paco y con la que lleva soñando durante toda su estadía hospitalaria. Hasta envió "memes" con ella.
Cardiópata, portador de no sabe cuántos stent (endoprótesis) para evitar que las arterias se cierren, sufrió su primer gran susto cardiovascular en septiembre de 1995. Estaba tomando un "cubata". Ahí decidió dejar de fumar. Pero tuvo que enfrentarse a ello dos veces más. Y salió airoso.
En 2004 padeció una rarísima afección, grave y generalizada, por la existencia de un foco infeccioso en su organismo. Estuvo ingresado desde el 31 de diciembre, -"vaya día"-, de ese año hasta el 15 de enero del siguiente, "con una patita aquí y otra allá".
"Pero tengo buena suerte, eh", tercia Paco. ¿Por qué? Porque en una ocasión le tocó el segundo premio del Gordo de Navidad. No había euros. "Nueve millones cuatrocientas mil pesetas", rememora. Las participaciones las había adquirido en una taberna de A Illa de Arousa (Pontevedra) cuyo nombre vio muy gracioso: "Bar La Chabola".
Y un abril, como el mes que está a punto de llegar, fue agraciado con el Cuponazo. "Poseía cinco boletos, así que 25 millones de pesetas. ¡Si es que habré nacido con una flor en el culo, como coloquialmente se comenta! Qué sé yo".
Paco tiene cuatro hijos. Su mujer, Isabel Villar Pérez, está en una residencia desde hace dos años. Ella sufre Alzheimer. Él, perito agrícola como Francisco su progenitor, oficio para el que se formó en Pamplona, residió siempre en la calle del Campo del Crucero del Gallo, en Compostela, pero cuando sus descendientes ya habían abandonado el hogar en el que nacieron, el matrimonio se desplazó a la zona nueva de la capital gallega, por mayor comodidad y porque esa parte estaba "más al día" en cuanto a barreras arquitectónicas.
Allí se quedaron hasta que Isabel enfermó. Entonces se mudó Paco a Milladoiro, al vecino ayuntamiento de Ames, para estar cerca de ella, del centro en el que se encuentra interna, y del "Peteiro". Y en ese núcleo poblacional sigue hoy, pues parte de su prole mora en ese municipio y se siente arropado. Son "bien llevados", "una piña".
Paco tiene 27 sobrinos por parte de su esposa y tres por la suya, a través de su hermana, que fue madre cuatro veces, pero murió uno.
Él, que ha sido saludado por la denominada diosa Fortuna, remarca que la salud es sin duda alguna la unidad que da valor a todos los ceros. Y, además, la cordura, aunque demasiada pueda ser "la peor de las locuras". Reflexiona sobre este último aspecto "con fundamento", pues no en vano Paco estuvo empleado en el psiquiátrico compostelano de Conxo, en el que se ocupaba de todo el mantenimiento.
Por eso, con un comedimiento medido, "solamente el imprescindible", se despide este gallego, recibido con los efusivos aplausos de sus vecinos una vez puso de nuevo un pie en su hogar y ya, a las tres de la tarde, a la salida del CHUS, y mascarilla mediante, por un "Así Barreiro" seguido del "Resistiré", el tema del Dúo Dinámico, himno de los balcones, entonado por su hija Curru.
Y con llamadas, claro: "En diez minutos en casa, bonita". Así es cómo tranquilizó Paco a su nieta Lía.
"Respetemos el encierro. El amor de la familia es el principal condimento de una buena comida, también si lo que está en la mesa es un buen cocidito, que es lo que me mantiene en forma... Ay, si es que... tripa vacía, corazón sin alegría. Que conste que no soy obeso, solamente barrigudo". Nada más que añadir Barreiro. Y nada menos.