'Encerrados'

Algeciras

Estamos en la tercera semana de confinamiento y nuestro estado de ánimo ha ido cambiando día tras día. Hemos pasado de la incredulidad más absoluta a la indignación, la incomprensión, el desconcierto, la pena por los fallecidos y el miedo ante el futuro. Superada la primera parte del confinamiento, nos hemos calmado y coincidimos todos en que nos hacía falta parar en la carrera sin freno que nos estaba suponiendo la vida.

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El confinamiento nos ha regalado algo que, hasta ahora, había resultado ser nuestro enemigo: tiempo. El mismo que nos castigaba con su rapidez en nuestra actividad diaria, ahora nos concede la oportunidad de hacer lo que nunca antes pudimos y comprobamos que en una hora caben muchas risas, juegos y cajones arreglados. En una hora entran bizcochos, charlas por teléfono con la familia y los amigos y muchas páginas de un libro. En esos sesenta minutos que antes corrían desaforados, se abre una oportunidad para la reflexión y nuestro orden de prioridades sufre un giro brutal. Hermanados por la misma adversidad, descubrimos que hay cosas que son las verdaderamente importantes pero lo habíamos olvidado. Y que la gente que de verdad importa no sale en la televisión ni ocupa las portadas de las revistas. Nos asomamos al balcón y vemos al repartidor de butano, los basureros, los barrenderos, los conductores de los camiones que reponen las mercancías que necesitamos a diario. Aplaudimos a las 8 a los sanitarios, la policía... Y entonces el tiempo nos coloca frente al espejo para que nos reconozcamos y analicemos, en la crudeza de la soledad, si hemos hecho bien las cosas o no. Y duele comprobar que no, que todo no lo hemos hecho bien. Que hay cosas que se podrían haber hecho mejor pero que no fuimos todo lo valiente que debíamos haber sido para luchar codo con codo por un mundo mejor. Y cuando todo pase y la vida nos de la mano y abra sus puertas de nuevo, antes de cruzar el umbral prometamos que nunca olvidaremos este encierro. Prometamos que todo esto tiene que haber servido para hacernos mejores y valientes para luchar todos juntos por una sociedad más justa, que no se doblegue ante los mercados y sí ante el bienestar de todas las personas.