Resiliencia y resistencia
Crónica política de la semana
Úbeda
Resiliencia. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado de situación adversos. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.
Resistencia. Acción y efecto de resistir o resistirse. Capacidad para resistir. Conjunto de personas que, generalmente de forma clandestina, se opone con distintos métodos a los invasores de un territorio. Renuencia a hacer o cumplir algo.
Resilientes y resistentes, reincidentes e insurgentes, disolventes y divergentes, batallamos, desnudos, sin fe en la victoria, contra un enemigo invisible que se va cobrando víctimas inocentes, gente nuestra, carne de nuestra carne, cuyos cadáveres, igual que en cualquier otra guerra, ni tan siquiera podemos velar, abrazar, besar y despedir como Dios manda. Muertes masivas, hospitales de campaña, fosas comunes, hornos crematorios, desolación… Una sociedad más dividida que nunca entre siglas y estrategias confrontadas a propósito de la estrategia menos mala con que combatir una derrota inevitable. El Ejecutivo, atrapado en una espiral desquiciante y vertiginosa de estadísticas diarias sobre bajas temporales, terminales y finales, apenas acierta a sostenerse dignamente en pie mientras parece hundirse el suelo que pisa. La oposición desleal, que no es la única oposición pero sí la que más ruido hace, se limita a amplificar el efecto de los daños personales hasta convertirlo en el zumbido ensordecedor del desastre ocasionado por la supuesta incompetencia del oponente político. ¿Cinismo? ¿Sobreactuación? ¿Le habría pasado, igualmente, a ella? No es necesario objetivar la causística de la catástrofe porque el único objetivo de la crítica es destruir al Gobierno, presentándolo ante la opinión pública, sin atender a razones de interés general, como el causante de todos los males. No hay piedad ni empatía, aunque los muertos sean comunes y, en plagas epidémicas imprevisibles/incontenibles como esta, siempre cupiera racionalmente la salvedad: sólo odio, rencor, revancha, ojo por ojo y diente por diente, atendiendo a afrentas inextinguibles del pasado reciente. Nostálgicos del franquismo y del comunismo, en las redes sociales, se intercambian los papeles a propósito del deber patriótico.
Histriones solitarios, descerebrados ávidos de su minuto de gloria, disfrazados como exige el momento, de penitentes a mantillas o lagarteranas, rompen el confinamiento para jolgorio/escarnio/bochorno del vecindario. Me avergüenzo de nosotros. Palmas de Domingo de Ramos, en ventanas y balcones. Palmas y sirenas a las ocho, pitos y cacerolada a las nueve. ¿Y el saludable punto medio? ¿Y el merecidísimo protagonismo de la España blanca, sensata, disciplinada, laboriosa y bienintencionada?
Se ralentiza la expansión del Covid-19 en nuestro país e incluso la cifra diaria de fallecidos, pero doblar/doblegar la curva todavía no está al alcance de la mano. La reclusión domiciliaria, consustancial al estado de alarma, se prorroga al menos hasta el 26 de abril, aunque el permiso retribuido recuperable, enmarcado en las medidas de ‘hibernación’ de los trabajos no esenciales, concluirá este Jueves Santo, volviendo a la situación anterior al 31 de marzo.
Nadie desea que el pico de la pandemia y los contagios sigan creciendo, pero patronal y derecha política arremeten contra unas limitaciones impuestas a la actividad económica que tildaron fruto de la improvisación y la imprevisión, al obviarse incluso el preaviso de 48 horas.
¿Se puede soplar y sorber al mismo tiempo? El paquete de ayudas gubernamentales, garantista con respecto a los trabajadores, ¿respalda lo suficiente a autónomos y pequeños emprendedores? ¿Qué panorama de gradual retorno a la normalidad nos aguarda? Mucho me temo que no habrá milagros en forma de eurobonos y planes Marshall. Sólo el alarde de resiliencia y resistencia que nuestro pueblo ha demostrado históricamente cada vez que ha caído en desgracia. Sea.