¿Una desescalada antes en Canarias?
Marta Cantero escribe una nueva página de su 'Coronadiario'
Las Palmas de Gran Canaria
Miércoles 8 de abril. Vigésimoquinto día de confinamiento. Cuando la Unión Europeo barajó un cambio de horario comunitario, que equiparaba nuestra “hora menos” al conjunto del territorio, Canarias se rebeló. Y no sin razones. Y es que no tiene precio la promoción del Archipiélago que supone la obligación de cantar la hora en el conjunto del Estado con la consabida coletilla isleña: “una hora menos en Canarias”, en cada informativo y en cada boletín horario de todas las cadenas públicas y privadas de radio y televisión.
El “hecho insular” ha sido siempre una desventaja estructural, que los sucesivos Gobiernos autonómicos han hecho valer a la hora de compensar social y económicamente a las Islas. Desde los tiempos de los Reyes Católicos gozaron éstas, como todos sabemos, de un tratamiento singular en consideración a sus especiales características: su condición de archipiélago (territorio fragmentado) y su lejanía (a 1.500 kilómetros de la costa gaditana, aunque a apenas 100 kilómetros de tierras africanas). Ahí está nuestro Régimen Económico y Fiscal como salvaguarda jurídico de esta realidad secularmente reconocida.
En los tiempos del coronavirus, sin embargo, el “hecho insular” parece haber jugado a nuestro favor. Tanto nuestro aislamiento como nuestro clima. Estas circunstancias, junto al hecho de que vayamos a sufrir probablemente uno de los mayores impactos económicos por esta crisis sanitaria (el cero turístico se produjo en temporada alta, a diferencia por ejemplo de Baleares), ha llevado al Gobierno de Canarias a solicitar a Pedro Sánchez la posibilidad de volver a la normalidad antes en esta tierra que en el resto del país.
Este sí que sería un auténtico privilegio de los canarios, en el sentido literal del término. Y no tergiversado como ocurrió con el descuento del 75% en los billetes de avión. Hay quienes entienden y comparten la petición. También quienes la rechazan, tanto fuera como dentro de las propias islas. Queda a expensas, en cualquier caso, de que el Estado nos lo conceda, aún sabiendo que provocará sin duda críticas por agravio comparativo. Y otros lugares aislados, bien Baleares o alguno de los remotos pueblos perdidos de la España vaciada, realizarán sin duda idéntica petición por razones similares.
Sea cual sea el resultado, la insularidad y lejanía de Canarias han pasado de ser un lastre a una ventaja competitiva por primera vez en su historia. Un buen antecedente para tomar nota y aplicarlo en tiempos de normalidad.