Las intrépidas aventuras del aviador Gilbert en Álava
A principios del siglo XX, el aviador francés Eugène Gilbert protagonizó un accidentado paso por Álava pero se resarciría, años después, con un récord mundial de aviación conseguido en Vitoria
Vitoria
Eugéne Gilbert fue un famoso aviador francés de principios del pasado siglo y una parte de su historia está ligada a Vitoria y a Álava. Gilbert tuvo un "movidito" paso por nuestro territorio y llegó a aterrizar en medio del campo por fuerza mayor. También lo hizo en el aeródromo de Lakua de Vitoria en dos ocasiones: en la prueba aérea París-Madrid y en el recorrido París Vitoria con el que batió la mejor marca mundial de vuelo sin escalas.
Esta es la historia del paso de Eugéne Gilbert por tierras alavesas
La París-Madrid
Vitoria aspiraba a ser final de una de las tres etapas de las que constaba la carrera aérea París-Madrid disputada en 1911 que organizaba el diario francés “Le Petit Parisiene”. San Sebastián tenía el mismo interés y, finalmente, la capital guipuzcoana fue la elegida como meta. A pesar de todo, los monoplanos de este raid tenían que sobrevolar nuestro territorio, ya que Vitoria estaba incluida en el recorrido de la tercera y última etapa, Donostia-Madrid.
Esta circunstancia fue aprovechada por la Diputación de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria para ofrecer, cada una de las instituciones, un premio de mil pesetas al primer aviador que tomara tierra en el aeródromo de hierba de Lakua en Vitoria, situado en las cercanías de la ermita de San Juan de Arriaga.
El recorrido establecía que, tras pasar sobre el puerto de Etxegarate y la población navarra de Altsasu, los aviadores se adentraran en Álava y sobrevolaran Agurain, Vitoria y Lapuebla de Arganzón, para continuar dirección a Burgos, por Miranda de Ebro, tomando como referencias para orientarse la carretera y el ferrocarril Madrid-Irun.
Para que los aviadores no se despistaran en ningún momento, las instituciones alavesas ordenaron a las pequeñas aldeas por donde discurría el trazado que encendieran hogueras con paja para que el humo sirviera de guía. Los participantes estaban autorizados a aterrizar en puntos o pueblos intermedios para repostar combustible, reparar averiás o porque simplemente les apetecía parar allí.
El 22 de mayo el alcalde Eulogio Serdán publicó un bando anunciando que la carrera aérea pasaría por Vitoria el día 25, existiendo la posibilidad de que los aparatos aterrizaran en Vitoria. Entresacamos del edicto publicado, las medidas mas destacadas que se adoptaron para la ocasión: “Elegido el campo de Lakua como lugar adecuado para aterrizar, se colocarán cuatro hogueras en los ángulos del mismo, que a la par que sirvan de indicadores del trayecto a seguir en el croquis trazado de Bizrritz a Miranda, indicarán el límite que ha de respetar el público para no penetrar en el interior del recinto. Se recomienda, al objeto de que no haya que lamentar desgracias, que se eviten las aglomeraciones de gente, dada la vertiginosa velocidad de 120 kilómetros por hora, convenida entre corredores.
Si alguno de los aviadores descendiera y aterrizase, bien en el campo de Lakua, bien en cualquier paraje del término campanil, las autoridades y vecindario le prestaran toda clase de auxilios y facilidades.
Supuesto que el acontecimiento del Raid París-Madrid, será causa de circulación de numerosos carruajes y automóviles, todos cuantos transiten por las carreteras de este término municipal, sean ascendentes o descendentes, llevaran respectivamente, la derecha a fin de evitar sensibles accidentes.
Los vecinos y curiosos, peatones, que circulen por la carretera de Castilla y la que de Vitoria conduce a Salvatierra (Portal del Rey), lo harán utilizando los andenes de las mismas, procurando no separarse de las cunetas en evitación de peligros que pudieran acaecer.
El Ayuntamiento establecerá un puesto de socorro sanitario en el crucero de la carretera que de aquí conduce a Nanclares de la Oca. Una comisión municipal prestará servicio de ambulancia, en automóvil, desde la capital hasta la villa de La Puebla de Arganzón.
La prudencia aconseja utilizar los lugares elevados, tales como los altos de Santa Lucia, Polvorín Viejo, Santa Cruz, Prado, Tronga, Gomecha, Jundiz, etc., desde los cuales puede observarse mejor la aparición y marcha de los aeroplanos y presenciar la carrera con mayor comodidad y menos contrariedades.
Los señores tenientes de alcalde, alcaldes de barrio y dependientes de mi autoridad, harán cumplir en todas sus partes las prevenciones consignadas en el presente bando, deteniendo inmediatamente a los que con sus actos, intenten contravenir lo dispuesto.
De la sensatez del pueblo vitoriano depende el que el día 25 del actual se nos considere como entusiastas y amantes de la cultura y del progreso nacional. Y de que así sucederá es sólida garantía la notoria ilustración de los habitantes de Álava.”
El raid constaba de tres etapas: París-Angulema, Angulema-San Sebastián y San Sebastián-Madrid. Se inscribieron 28 aviadores, aunque sólo 8 tomaron la salida. Partieron el día 21 de mayo desde el aeródromo de Issy Les Molineaux (París).
El primer aparato despegó pasadas las cinco de la mañana ante 200.000 espectadores. En quinto lugar se elevó Luís Émile Train, que realizó un extraño movimiento en el aire y perdió el control de su monoplano precipitándose sobre la tribuna de autoridades de la pista, en la que se encontraban ministros del gobierno francés, el comité organizador y otras personalidades. A causa del impacto, el presidente del Consejo de Ministros Ernest Monis, sufrió la fractura de las dos piernas e importantes heridas en la cara, y el ministro de la Guerra Maurice Berteaux murió en el acto.
Ante tal desastre, se barajó la posibilidad de suspender la carrera, pero la carrera continuó.
Las averiás y accidentes produjeron el abandono de muchos pilotos, y al finalizar la segunda etapa en Angulema solamente tres participantes continuaban en carrera: Eugène Gilbert, Jules Védrines y Roland Garros, este último conocido por ser el titular de un famoso torneo de tenis.
En la tercera etapa con salida en San Sebastián, Garros sufrió un percance, cayendo al rio Leizaran cerca de Andoain y se retiró. Ya sólo quedaban Védrines y Gilbert.
Muchísimos fueron los forasteros que llegaron a Vitoria para presenciar el paso de los aviadores, entre ellos, una nutrida presencia de bilbaínos. Las calles, las fondas, los cafés, y los paseos se hallaban rebosantes de gente. Las vías urbanas vitorianas de ordinario silenciosas y despobladas estuvieron animadísimas y ruidosas, “rodando estrepitosos los autos y las motocicletas”. Las habitaciones de los hoteles Quintanilla y Pallarés se ocuparon en su práctica totalidad.
Era tan grande el interés por ver a aquellos aventureros, que muchos vitorianos salieron de madrugada el día 25, para situarse en puntos estratégicos desde los que ver pasar a los monoplanos, que habían iniciado el vuelo en San Sebastián a las cinco de la madrugada de aquel día.
Una espesa niebla cubría el horizonte cuando Vitoria entera se echo a la calle al amanecer..En Lakua ardían las pilas de leña que servían de referencia a los aviadores. El frio era intenso y la niebla no despejó hasta las siete de la mañana. No aparecía ningún aeroplano y pasadas las siete la mayoría de la gente, aburrida de esperar, abandonaba los puntos de avistaje y la pista. A las ocho y media quedaban muy pocos observadores.
Pero, por fin, apareció en el cielo el monoplano de uno de los participantes, Vedrines, al que se identificó por la baja altura a la que volaba: podía verse claramente el número 14 rotulado en las alas del aparato. Un periódico local escribió al respecto, que sobre Vitoria paso “en su andar solemne, grandioso y emocionante”. Aunque no tomó tierra en Vitoria, sobrevoló la ciudad desde la calle Portal del Rey y hasta Portal de Castilla, para tomar desde allí dirección a Burgos.
Los percances de Gilbert
A las nueve y media se supo por conducto oficial que Gilbert, el otro aviador que quedaba en carrera, se había visto obligado a aterrizar en una finca de Olazti/Olzagutia (Navarra). Su aparato había sufrido varias averías. Los Etxabarri, propietarios de una serrería de la localidad navarra, prestaron ayuda al piloto y desinteresadamente proporcionaron a Gilbert varios operarios de su empresa para que el aparato fuera custodiado mientras estuviera en tierra.
A las diez de la mañana llegaron Vitoria por la carretera de Agurain cuatro automóviles, en uno de los cuales viajaban los enviados especiales de Petit Parisiene y La Petit Gironde. Una hora después, aparecía otro auto con más periodistas y el famoso aviador Gilbert. Este marchó al campo de Lakua para examinar la pista de aterrizaje, y después de verla, manifestó al alcalde de Vitoria que por la tarde, entre las cuatro y las cinco vendría a Vitoria, aterrizaría en Lakua y saldría seguidamente para Burgos. Gilbert y un mecánico aprovecharon su estancia en la ciudad para almorzar en el Hotel Quintanilla.
La noticia de la pronta llegada del aviador corrió con rapidez por la ciudad y la gente acudió a a la campa de aterrizaje. A las dos de la tarde, hileras interminables de gente iban dirección a Lakua: a pie, a caballo, en carruajes, en coches, etc. Ante la avalancha de gente, las autoridades habían tomado grandes precauciones, para evitar que nadie invadiese la pista en el momento del aterrizaje. Pero el aterrizaje no se produjo: al intentar despegar en Olazagutia, el monoplano había dado una vuelta de campana y el aviador cayó bajo el aparato, aunque Gilbert no sufrió ningún daño. Pero la hélice se había estropeado.
La noticia había llegado a Vitoria antes de las tres y la dio a conocer al gobernador civil que se encontraba en Lakua. El gobiernardor ordenó que la gente volviera a sus casas y en dos horas se había desalojado el campo.
El día siguiente 26, los Etxebarri de Olazti comunicaron al jefe de estación del ferrocarril de Altsasu que el aviador se preparaba para emprender su vuelo a las dos de la tarde. Desde la estación navarra comunicaron la noticia al jefe de estación de Vitoria, quien transmitió el dato a las autoridades alavesas para que se diera a conocer a la gente.
Heraldo Alavés envió un periodista a las doce del mediodía a Altsasu para entrevistar a Gilbert y confirmar que pararía aquel día en Vitoria, pero no logró confirmarlo, ya que pocos minutos después se recibió un aviso telegráfico en el periódico que anunciaba que el aviador ya había despegado a las doce.
Mientras tanto, en Vitoria, los espectadores volvíana a esperar a Gilbert en Lakua y, de nuevo, el avión no llegaba. Por la distancia a recorrer y el tiempo transcurrido, Gilbert debería haber llegado ya a Vitoria.
En la redacción del periódico Heraldo Alavés se recibió un nuevo aviso telegráfico: Gilbert había sufrido un nuevo contratiempo que le había obligado a aterrizar sobre unas fincas en la localidad alavesa de Ordoñana, a tres kilómetros de Salvatierra. Una nueva avería, esta vez, en el motor. El aviador se encontraba bien. El aterrizaje lo había realizado sin dificultad. El mensaje que había llegado a Vitoria pedía al aero club de la ciudad que se acercara en automóvil un mecánico con herramientas y piezas para poder reparar el motor. Y así se hizo.
Desde primeras horas de la tarde circuló la noticia de que, de un momento a otro, saldría el aparato desde la improvisada pista de Ordoñana. Este, efectivamente despegó, con la presencia de los vecinos de la localidad y de otros pueblos cercanos que lo despidieron con grandes aplausos.
No dio tiempo para que toda la población vitoriana pudiera enterarse de la definitiva e inminente llegada. A las dos y media de la tarde los primeros que se habían enterado comenzaron a situarse por las calles, caminos y carreteras para presenciar el paso del aviador.
De improviso apareció en el aire el monoplano. El público quedo electrizado. Miles de personas corrían en la dirección que llevaba el aparato, que no era otra que el aeródromo de Lakua, donde tomó tierra a las tres menos diez de la tarde. En el momento del aterrizaje había muy poca gente en la campa y la única autoridad presente era diputado foral Jauregui.
Por la carretera, caminos y heredades caminaba el publico ávido de llegar cuanto antes al campo de Lakua para observar al piloto y su avioneta. Fue pasando el tiempo y el campo de aterrizaje se puso a rebosar. Fueron miles las personas que acudieron, y cientos de ellas rodearon al aviador y al aparato con ojos expectantes, incluso llegaron a empujarlo. Gilbert llegó a enfadarse porque la gente se le echaba encima y el capitán de caballería Jevenois ordenó que una sección de soldados a caballo formara un circulo alrededor del aparato y el aviador y se despejara la zona de público.
A pie de pista, Gilbert explicó que la salida del improvisado “aeródromo” de Ordoñana se había producido sin dificultades, pero que en el trayecto había empeorado el tiempo con una persistente lluvia acompañada de ventisca, por lo que había aconsejado acelerar la marcha para llegar cuanto antes. Con ese tiempo no había podido elevarse y había tenido dificultades de visibilidad. Tenía los ojos inyectados en sangre y presentaba en la vista molestias provocadas por las fuertes ventiscas.
Gilbert aclaró que había aterrizado en Vitoria de forma voluntaria y que, en vista del mal tiempo, pensaba esperar a que mejorara antes de continuar el vuelo en dirección a Burgos. Gilbert contó además que, que al cruzar los Pirineos, un águila se interpuso en su camino y a fin de evitar un encontronazo que pudiera ocasionar un accidente, sacó una pistola que llevaba en el aeroplano y efectuó varios disparos consiguiendo alejar al aguila sin matarla.
La lluvia persistía en Vitoria y desde Burgos informaron a través de un telegrama que el temporal también reinaba en Castilla, así que Gilbert decidió aplazar la salida hasta el día siguiente.
El piloto y sus mecánicos -que viajan en coche para la asistencia técnica- se alojaron en el Hotel Quintanilla. Allí almorzaron sobre las cuatro y media de la tarde y pasaron la noche saludando cortésmente al alcalde y enviándole una postal desde el hotel con un emisario. Los Etxabarri, en cuya morada de Olazti pernoctó Gilbert una noche, le regalaron doscientas pesetas y una medalla de oro. Por su parte Enrique Guinea entregó a Gilbert cuatro fotografiás del aviador que había obtenido a su llegada. Una de ellas Eugène la regaló a los Etxebarri con una dedicatoria para agradecer la ayuda que le habían prestado.
El día 27 el Ayuntamiento anunció que, para avisar con certeza de la hora de despegue, se lanzarían bombas y cohetes dos horas antes de efectuarse la salida.. Así se hizo, y tras escuchar la explosión de la pirotecnia, la gente acudió a Lakua. La climatología seguía igual; el tiempo no mejoraba y continuaba lloviendo, y tras una larga espera el despegue se decidió aplazar de nuevo para el día siguiente. Los espectadores se retiraron un tanto decepcionados.
El día 28 a las nueve de la mañana estallan otra vez los cohetes que anuncian la marcha del aviador para dos horas después. La ciudadanía se pone de nuevo en marcha en dirección a la encharcada campa de Lakua: hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, autoridades, etc. ¿Habría por fin despegue?.
El monoplano se encontraba amarrado a unos árboles robustos para evitar que el vendaval que se había vivido esa noche pudiera dañarlo.
Un periodista del Heraldo Alavés describió así el aeroplano: “En el fuselaje que une las alas a la cola, hay un montón de tornillos diminutos, de piezas ajustadoras, de cables finísimos, que son cinco o seis delgadísimas cuerdas de piano retorcidas y flexibles. Filas múltiples de broches que ajustan las telas, un mundo de piezas delicadas colocadas por la mano.”
El cielo cubierto amenazaba de nuevo lluvia, pero a pesar de ello a las diez y media el avión fue colocado en la pista en posición de despegue y se quitaron los toldos que lo cubrían.
A los pocos minutos, aparecieron en el campo el gobernador civil, el alcalde y otras autoridades. El fotógrafo Enrique Guinea aprovechó la ocasión para obtener unas placas de las autoridades con Gilbert, en lo que se suponía era la despedida definitiva antes del despegue. Comenzó a llover y el aviador pidió que se le llevara en coche hasta Ariñez y Lapuebla de Arganzón para poder observar directamente como estaba el tiempo al sur de la ciudad, en dirección a Burgos. El señor Olarte ofreció uno de los autos de su garaje y partió con Gilbert a las localidades señaladas.
La gente esperó una vez mas pacientemente en Lakua, y a las once y media apareció Olarte que explicó que el temporal de lluvia impedía efectuar el despegue. El púbico decepcionado una vez mas se retiró del campo y regresó a la ciudad. Los que lo hicieron a pie, tuvieron que transitar por enormes barrizales y grandes charcos de agua y muchos llegaron a su casa empapados.
No hubo mas intentos de despegue: el monoplano fue desmontado en piezas y enviado a París por vía férrea. Por el mismo medio, Eugène Gilbert abandonaría nuestra ciudad en la noche del día 29.
El periodista de Heraldo Alavés, encargado de cubrir el evento, acabo cansado de tanto ajetreo, madrugones y convocatorias de llegadas y salidas del monoplano: “Este buen aviador nos ha traído y llevado de la ceca a la meca con sus indecisiones”.
El aterrizaje en Vitoria era optativo y el Ayuntamiento y la Diputación habían establecido un premio de 1.000 pesetas cada uno, para el aviador que primero tomara tierra en nuestra ciudad. Ambas entidades hicieron entrega a Gilbert de la cantidad citada.
El ganador de la prueba París-Madrid fue Jules Védrines, el único piloto que terminó la prueba.
El récord de Gilbert en Vitoria
Eugène Gilbert volvió a aterrizar en Lakua varias veces. Y en una de las ocasiones consiguió una de las mayores hazañas registradas en la aviación en 1913: recorrió en un vuelo sin escalas una distancia de 826 kilómetros, la distancia que entonces se consideraba que separaba en linea recta la capital de Francia con Vitoria-Gasteiz. Le costó ocho horas y veintitrés minutos
Gilbert partió de aeródromo de Morane-Saulnier de Villacourblay, en las cercanías de París, a las cinco y siete minutos de la mañana del día 24 de abril y aterrizó en Vitoria en la pista de hierba del aeródromo de Lakua a la una y media del mediodía.
Los vitorianos estaban acostumbrados a ver volar los aparatos de la escuela de pilotos civiles de Vitoria – la primera que funcionó en Europa-, y que utilizaban entre otros Heraclio Fournier y Leoncio Garnier, fundador de la escuela. Pero el aparato de Gilbert que sobrevoló VItoria era diferente a los que se usaban en la escuela de la ciudad. Mucha gente acudió a la pista de Lakua intrigada por ese nuevo modelo.
No hay mejor descripción de un viaje, que la que hace su protagonista. Desde nuestra ciudad Gilbert envió un extenso telegrama a un diario de Francia en el cual describía todas las peripecias del viaje. El mensaje fue publicado y lo reproducimos íntegramente: “He tomado tierra en Vitoria, en la escuela Garnier, a la una y treinta, después de haber volado, sin escala, de París aquí. El viaje no ha sido siempre fácil, pero todo ha ido perfectamente. Desde París a Burdeos he marchado a 120 kilómetros, por termino medio, por hora. Durante 300 kilómetros me ha molestado la lluvia, pero este inconveniente casi ha sido para mi una distracción que me impidió dejarme dominar por la monotonía del trayecto. Desde Poitiers a Burdeos, lo mismo que desde Burdeos a Vitoria, he tenido que evolucionar por encima de las nubes y he debido orientarme únicamente por la brújula. Llevaba 200 litros de esencia (1) a bordo de mi Monaren-Saulnier, el cual, lo propio que mi motor Le Rhone, se portó admirablemente y terminó el viaje casi mas fresco que yo. Al llegar a Vitoria tenía aún en mi depósito esencia para dos horas. No estoy cansado; unicamente siento algún dolor en las nalgas; pero lo mismo me pasaría si hubiese estado sentado tantas horas en una silla sin moverme.”
Dos horas después de aterrizar emprendía nuevamente vuelo con dirección a Burgos, entre aclamaciones del público presente en Lakua. El viento arreció y aterrizó en Medina del Campo a las seis de la tarde, para corregir alguna avería de poca importancia. Su intención era llegar a Madrid tal como estaba planeado, pero finalmente no continuó el viaje y envió a París por tren el aparato desmontado. Gilbert regresó a Francia.
Con este vuelo París-Vitoria, como hemos dicho, se estableció en aquel momento la mejor marca en vuelo, en cuanto a distancia sin escalas, consiguiendo Gilbert la copa Pommery que, además del trofeo, llevaba añadido un premio en metálico de 7.500 francos. Pero la marca fue superada tres días después por el aviador Guillaux, que en nueve horas realizó el trayecto Biarritz-Kollum (Holanda) sin escalas, con una distancia de 1.255 kilómetros.
El 7 de agosto de 1913, Lakua fue testigo de un nuevo aterrizaje de nuestro protagonista que recorrió sin escalas la distancia entre Cáceres y Vitoria. Salió a las seis de mañana de la capital extremeña y tomo tierra en Vitoria a las doce y media del mediodía. Fue una llegada inesperada en Vitoria, por lo que en la pista le esperaban pocos aficionados. Casualmente se encontraba en el aeródromo el aviador Garnier, con quien mantenía una gran amistad.
Gilbert tenía un buen recuerdo de los excelentes platos cocinados en el Hotel Quintanilla de la calle de La Estación -hoy Dato-, durante su estancia en Vitoria en 1911, por lo que almorzó junto a su amigo Garnier y la esposa de este, en el restaurante del hotel. A las tres de la tarde despegó con dirección a Francia.
El Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz dispone de una interesante colección de fotografiás, de las visitas mencionadas de Eugène Gilber a nuestro aeródromo que están recogidas en el vídeo que encabeza esta noticia.
El aeródromo de Lakua desaparecería y sería sustituido por el de Salburua o Zalburu (2), el cual contó con pista de hormigón, y al que los franquistas lo bautizaron como General Mola.
Apéndice
(1) Gasolina
(2) Topónimo conocido con ambos nombres