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El 13 de marzo del que hablaremos a nuestros nietos

Así ha evolucionado el Covid 19 en la Ribera del Duero cuando se cumple un mes del primer caso confirmado en la comarca: de ser una isla sin contagios a la preocupación por su impacto en las personas de más edad

El montaje del hospital de campaña en el recinto ferial ha sido uno de los hitos del primer mes de lucha contra la pandemia en la Ribera del Duero / Imagen facilitada

El montaje del hospital de campaña en el recinto ferial ha sido uno de los hitos del primer mes de lucha contra la pandemia en la Ribera del Duero

Aranda de Duero

Hace justamente un mes, el 13 de marzo de 2020, Aranda era todavía una isla. Así la definía, en relación con la pandemia de coronavirus que ya avanzaba a paso firme por España, uno de los máximos responsables de la sanidad en nuestra comarca, el gerente del hospital Santos Reyes. En una entrevista en Radio Aranda en la mañana del 13 de marzo, Evaristo Arzalluz reconocía la rareza de que el contagio aún no hubiera llegado a la comarca ribereña. Y tenía razón. Mientras el contagio avanzaba a nuestro alrededor, Aranda no tenía aún registrado ningún caso positivo. Es verdad que Atención Primaria llevaba ya al menos diez días anotando casos sospechosos, pero ninguno había dado positivo en la prueba del coronavirus. Pero el gerente del hospital auguraba que las cosas estaban a punto de cambiar radicalmente. Y así fue: durante ese mismo fin de semana la situación dio la vuelta por completo: apenas unas horas después se conoció el primer caso de coronavirus confirmado en la comarca. A ese primer positivo le sucedieron otros dos la misma tarde-noche del 13 de marzo. Y al día siguiente otros cinco.

A partir de ese momento, la progresión fue en ascenso. Algunos de los primeros casos alcanzaron en poco tiempo tal gravedad que fue necesario derivarlos al Hospital Universitario de Burgos e incluso su ingreso en la UCI. Y ni siquiera pasó una semana cuando una de las pacientes derivadas al hospital de Burgos, una mujer octogenaria con patologías previas de carácter grave, se convertía en la primera víctima mortal ribereña del coronavirus. Fue el 18 de marzo. Dos días después se produjo el primer fallecimiento en el Hospital Santos Reyes.

Y a partir de ese momento, el avance irregular pero ascendente de la enfermedad. Sobre todo en cuanto a los casos leves detectados por Atención Primaria, diagnosticados por los síntomas compatibles con la enfermedad aun sin realizar la prueba. Los médicos de familia comenzaron a registrar sospechas desde primeros días de marzo: según los datos que proporciona la Junta de Castilla y León (en un loable e intenso esfuerzo de transparencia) el dos de marzo se registró la primera sospecha en el centro de salud de Aranda Sur, el cuatro de marzo en el centro Aranda Norte, el 9 de marzo en Roa, el 11 de marzo en Aranda Rural y el 28 de marzo en Huerta de Rey. Por cierto, una zona de salud que está siendo excepcional en todo el entorno comarcal y provincial, puesto que desde entonces no se ha registrado ningún caso más. Por el contrario en el resto de las zonas de salud los contagios sí se han ido extendiendo, pero a un ritmo muy distinto: numéricamente Aranda es el lugar con más diagnosticados, con 618 personas afectadas un mes después del primer caso confirmado y una tasa de contagio del 1.7%. Porcentualmente la zona con mayor impacto es la de Aranda Rural, que con 173 enfermos tiene contagiada al 2,2% de la población. La situación está muy contenida en el ámbito del Centro de salud de Roa, con 42 personas diagnosticadas y un impacto del 0,75%. La enfermedad es prácticamente inexistente en el entorno de Huerta de Rey.

Adaptación hospitalaria para evitar el colapso

Si un riesgo acechaba en los primeros momentos de la pandemia en la Ribera era el colapso del hospital comarcal: se trata del segundo con menor capacidad de ingresos de toda Castilla y León, ya que, descontando las destinadas a obstetricia o pediatría que es imprescindible reservar, las camas con las que cuenta ni siquiera llegan a un centenar. En previsión del impacto de la pandemia y teniendo en cuenta los problemas que su evolución estaba provocando en otros puntos del país, el hospital ribereño ya había cambiado su organización una semana antes de que se confirmara el primer caso, convirtiendo la atención a las previsibles víctimas del coronavirus en una prioridad. No sólo eliminó toda la actividad programada y de consultas, reforzando las urgencias, que se han convertido en el eje del nuevo funcionamiento, sino que habilitó dos zonas claramente diferenciadas para atender pacientes covid y el resto de emergencias que iban a seguir necesitando cuidados hospitalarios. Pero el rápido avance de la enfermedad, con casos graves especialmente entre la población mayor concentrada en residencias, obligó a aumentar progresivamente el espacio dedicado a los pacientes con coronavirus: de un ala de una planta se pasó a la planta entera y poco después se sumó un ala más. Y aún así, el último fin de semana de marzo el colapso llegó a ser un riesgo real, con la ocupación de casi el 90% del espacio habilitado.

Ante ese panorama y con una celeridad inaudita la solución había comenzado a fraguarse dos días antes, a propuesta de los organizadores de Sonorama, que pusieron a disposición del hospital toda la intendencia con la que cada año convierten el recinto ferial en alojamiento para sus voluntarios. Dicho y hecho: en escasamente 12 horas la acción coordinada de hospital, ayuntamiento, y otros servicios sanitarios, desde el 112 a Cruz Roja, permitió habilitar en el recinto ferial un hospital de campaña. El lunes día 30 este recinto comenzaba a atender a sus tres primeros pacientes. El recinto se habilitó inicialmente con 25 puestos, aunque la media de ocupación hasta el momento ha rondado los cinco pacientes diarios. Está destinado a enfermos 'covid' que se recuperan bien y están en la recta final de su convalecencia y también a aquellos en los que no están indicados esfuerzos terapéuticos extraordinarios.

Al alivio que ha supuesto el hospital de campaña para el Santos Reyes se han sumado los frutos del confinamiento social que comenzó el 14 de marzo con el estado de alarma: los ingresos por coronavirus han ido disminuyendo, sobre todo desde el primer fin de semana de abril. Ahora mismo son 23. Y es que aunque siguen llegando algunos casos cuyo empeoramiento requiere atención hospitalaria las altas hospitalarias han ido permitiendo ya a cerca de 80 pacientes abandonar el hospital. Y no son pocos los octogenarios recuperados entre quienes han tenido que ser atendidos en el Santos Reyes.

Paralelamente se observa una cierta ralentización en el ritmo de contagios registrados por Atención Primaria. De hecho este 13 de abril se constata por primera vez una disminución en el número de casos que están en vigilancia por parte de los médicos de familia, con una disminución de seis pacientes en Aranda con respecto al día anterior.

En este panorama sigue habiendo un dato preocupante: la elevada mortalidad que la enfermedad está presentando en la comarca. Y eso atendiendo solo a los datos de fallecidos en el hospital con diagnóstico confirmado, porque no hay una sola cifra que se haya hecho pública ni a la que tengamos acceso sobre fallecimientos por coronavirus en residencias de la comarca o domicilios particulares. Y aun así el dato conocido de los pacientes hospitalizados en el Santos Reyes a los que el coronavirus ha quitado la vida es sobrecogedor: 40 desde el primero que se registró el 20 de marzo, 41 si contamos a la primera fallecida que murió en el HUBU. Comparten en la inmensa mayoría de los casos una edad muy elevada, octogenarios en buena medida. Y según calculaba el propio hospital hace una semana, el 60% de estos fallecidos procedían de residencias de ancianos de la comarca, otro escenario que sigue preocupando mucho. La Ribera del Duero cuenta con una gran cantidad de pequeñas residencias diseminadas en distintos municipios, además de algunos centros residenciales de mayor tamaño en Aranda. Y en algunas de ellas se han producido varios focos de infección que han requerido una colaboración intensa tanto de los médicos de atención primaria como del propio hospital. Entre los sanitarios tienen la percepción de que el Santos Reyes ha tenido un criterio más abierto a atender estos casos que el de otros hospitales de la comunidad autónoma, donde la mayor presión asistencial ha restringido mucho el acceso hospitalario a estos pacientes. Precisamente el riesgo de que la infección arraigara en alguno de estos centros y colapsara el recinto habitual del Santos Reyes fue una de las grandes motivaciones para habilitar el hospital de campaña. Y sigue siendo uno de los motivos por los que sus responsables mantienen el mismo nivel de alerta, conscientes de que aún no ha pasado el peligro de que el coronavirus entre en uno de estos centros y haga estragos en una población concentrada y especialmente vulnerable.

Fue el caso de la residencia “Valle del Cuco” de Adrada de Aza, el primer centro residencial que la Junta de Castilla y León tuvo que intervenir el 25 de marzo ante la carencia de personal para atender adecuadamente a los ancianos, debido a las bajas por coronavirus. La enfermedad también se había extendido entre los propios residentes que tuvieron que ser realojados en centros públicos de Aranda, Burgos, Valladolid y Palencia y el asunto puesto en manos de la Fiscalía y el juzgado número uno de Aranda, que mantiene abierta la investigación.

Una ola creciente de solidaridad

En la parte más positiva de este mes quedan, para orgullo y referencia futura de toda la población ribereña, las innumerables muestras de solidaridad y civismo de la población. Desde la respuesta a la primera petición de material de protección que hizo el hospital Santos Reyes, cuya primera donación no tardó ni cinco minutos en producirse, hasta pueblos enteros elaborando batas y mascarillas, decenas de makers elaborando máscaras de protección en sus impresoras 3D. Iniciativas para recaudar dinero desde el ámbito del deporte o desde la educación para aliviar la soledad de los enfermos o de los ancianos en residencias así como creadores y colectivos culturales ofreciendo libremente su trabajo en este tiempo de confinamiento. Sin olvidar la cita diaria de aplausos y campanadas a las ocho de la tarde en agradecimiento a quienes están en primera línea al servicio de la sociedad en estos momentos.

Un mes de excepcionalidad, de convivencia con el bicho, que hemos tratado de acercarles diariamente desde Radio Aranda Cadena SER, con un empeño especial por acercarles una información aún más rigurosa si cabe, por recoger las voces de los protagonistas de esta situación, de quienes están luchando en primera línea y de quienes están al servicio de la ciudadanía, de quienes han pasado por el trance de la enfermedad y quienes les han ayudado a superarlo. Les estamos contando cada esfuerzo solidario y cada iniciativa que alivia el confinamiento de nuestros convecinos. Hemos querido abrir una ventana aun más grande a los pueblos, recorriendo la ribera a través de sus alcaldes, asociaciones y particulares, para que esta situación no suponga un mayor aislamiento del medio rural y para establecer y reforzar los vínculos de comarca. Y en este momento de especial preocupación para el sector productivo apostamos intensamente por atender en nuestra programación a las demandas de información y asesoramiento del tejido económico de la comarca, al que queremos acompañar en su empeño por resistir y salir adelante.

Hemos superado el primer mes. Pero aún queda trabajo por delante, en un camino en el que el equipo de Radio Aranda quiere seguir acompañando a una Ribera del Duero de la que formamos parte y en cuya fortaleza confiamos para construir un futuro común.

 

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