Autocrítica

Las Palmas de Gran Canaria

Ha sido una semana compleja. Incluso podríamos decir que cada día que pasa pesa más en la espalda este maldito confinamiento. Por eso creo que sería fundamental hacer un poco de autocrítica.

Sí, nosotros los periodistas también metemos la pata. Pero dejen que hoy me sincere. Ayer hablaba con los compañeros de este emisora y la mayoría estamos pasando por la misma situación. Y es que todos los caminos llevan al Coronavirus.

Crean que intentamos buscar hasta debajo de las piedras historias positivas, bonitas, alegres, esperanzadoras, incuso que nada tengan que ver con esta angustiosa situación.

Pero abstraerse de la realidad es muy complicado. Sabemos que muchos han dejado de ver y escuchar los informativos. Entendemos perfectamente que prefieran una maratón de series en Netflix que tener que escuchar como aumenta la cifra de muertos. Lo entendemos.

Soy consciente de que tengan que apartar la mirada de la prensa cuando los responsables, nosotros, de mantenerlos informados somos los que les generamos rechazo publicando morbo o sensacionalisamo.

En este caso, yo al menos me planto. Porque considero que no todo vale. Lo aprendí en primero de carrera. Esta profesión tiene una función social, esencial para el buen funcionamiento de cualquier democracia.

No es un instrumento para agredir a nadie. No es una herramienta para sembrar el odio. Estamos para contarles la verdad, pero hay muchas formas de hacerlo, la mejor desde el más sincero respeto a los ciudadanos.

Y aunque la prevenda es que debemos y tenemos que ser objetivos, les aseguro que no hay nada objetivo que salga de un ser humano. Siempre tendrá un ápice de la pluma que escribe.

Solo hay que tener muy claro de que lado estar. Yo lo decidí hace tiempo. Se qué periodismo quiero hacer. El que mejore la vida de la gente. El que ayude a convertirnos en una mejor sociedad. Ni juzgo porque no soy jueza, ni me gusta oler sangre porque no soy guerrillera.