Inevitable la amenaza, previsible la respuesta
Marta Cantero escribe una nueva página de su "Coronadiario"

Coronadiario / Getty Images

Las Palmas de Gran Canaria
A las puertas de una desescalada, en la que Canarias pudiera actuar de avanzadilla, se ciernen sobre los ciudadanos aún demasiadas incertidumbres sobre en qué momento y cómo debemos desconfinarnos. Tampoco ayuda comprobar que ni siquiera el Gobierno lo tiene claro, cuando primero dice una cosa y horas después la rectifica. El gran culpable es por supuesto el coronavirus, la agresividad y rapidez con que nos ataca y el gran desconocimiento que aún tenemos de él. De ahí que hasta la Organización Mundial de la Salud dude y se desdiga alguna que otra vez. Comprensible por tanto, pero nada tranquilizador.
Además del aislamiento, quienes vivimos en este país tenemos que sufrir otro mal típicamente español: la insoportable costumbre de nuestros dirigentes de utilizar cualquier crisis como arma arrojadiza. Sea económica o sanitaria. Y de hacerlo de tal manera que al tiempo que ellos terminan perdiendo el respeto a los muertos, a nosotros nos paso lo mismo con ellos.
Ningún respecto a una derecha que agita la crisis para desalojar del Gobierno a un presidente que nunca aceptó, mostrando un talante escasamente democrático. Ni para una izquierda que vuelve a anteponer el vicio de dividirse en los momentos más graves que atraviesa el país desde la transición. Cierto es que eso que ocurre en la política estatal se diluye, afortunadamente, a medida que descendemos a niveles autonómico, insular o local. El consenso es más fácil a pie de tierra, entre otras razones porque el impacto social no se mide estadísticamente, se ve y se toca cada día.
Pese al ruido y la incertidumbre, algunas evidencias se van abriendo camino. Sostienen los expertos, por ejemplo, que a partir de ahora debemos acostumbrarnos a convivir con epidemias. Que han llegado para quedarse. Habrá, por tanto, que destinar más recursos a la investigación y la sanidad. Y mucho más: nuestro sistema sanitario deberá transitar de un modelo prioritariamente asistencial a uno preventivo y proactivo, que anticipe diagnósticos y proponga tratamientos telemáticamente. Con una reforma de este tipo podrían evitarse, según dicen, hasta un 35% de los ingresos. Los servicios sociosanitarios deberán, además, integrarse en la Sanidad que viene, en la que la Atención Primaria actuará de primera trinchera.
La lección del COVID-19 es precisamente esa. Qué si bien la amenaza de nuevos virus es inevitable, la respuesta que demos sí es previsible. Conviene por tanto detectar qué errores se han cometido en la gestión de esta crisis, no para instrumentalizarlos políticamente, sino para consensuar los futuros protocolos de actuación frente a nuevos virus.
Aunque confiar en que nuestros políticos lo entiendan va a ser aún más difícil que desentrañar los enigmas del coronavirus.

Marta Cantero
He trabajado en diversos medios de comunicación de las Islas, tanto en Gran Canaria como en Tenerife,...




