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La soledad de Cozcurrita

Apenas una decena de vecinos sobrellevan unos días en los que unos sienten abandono y otros aceptan que, pese a todo, se vive bien en este enclave de Los Arribes del Duero

Paco, junto a su perro Ringo, ante su vivienda en Cozcurrita / CADENA SER

Cozcurrita es una población aneja de Fariza, a la que la Wikipedia le otorga 29 habitantes, aunque ahora sólo cuenta con 10 almas, según afirman los moradores de este apartado pero bonito rincón sayagués. Cozcurrita parece un pueblo relativamente bien cuidado y al menos cuenta con una familia dedicada a la ganadería ovina. De hecho, se ven algunas ovejas pastando con sus corderos en una cortina.

Cozcurrita, una de esas poblaciones que están en ese confín de la provincia que se asoma a los Arribes del Duero y divisa Portugal al otro lado, ofrece al visitante una imagen atípica: entre sus formaciones graníticas, que marca la tipología constructiva de la zona, un aparato de televisión se alza sobre una peña en medio de una especie de plazuela. Quizá una instalación artística. O quizá se colocó allí a la espera de que alguien la recoja, sin más.

Ver a alguien por la calle resulta imposible y, tras dar una vuelta por casi todo el pueblo, el ladrido de un perro, una especie de cruce de pastor alemán y que se llama Ringo, nos incita a acercarnos a la vivienda de la que sale su dueño, Paco. Sale de su casa atado a una vía en sus fosas nasales. La necesita, mientras espera un trasplante de pulmones.

Paco se queja de que están muy solos en Cozcurrita. “Aquí nos vemos de Ramos a Pascuas”, dice, al tiempo que lamenta que “estamos muy dejados de la mano de Dios”.

Y mientras espera que algún día llegue su trasplante de pulmones, la preguntamos por la España Vaciada y razona que es una pena que “estos pueblos estén abandonados”, porque considera que “aquí se puede vivir” pero “la juventud no quiere venir a estos pueblos. No hay ayudas”. Y “así es esta vida”, sentencia.

No muy lejos de Paco viven Angelita y Juan. Juan queda en segundo plano y es Angelita la que accede a conversar con nosotros, recordando que nació en Cozcurrita, pero rememorando lo que ha dejado en Madrid, en Villalba, después de más de 50 años: 6 hijos y 8 nietos.

Coinciden que en Cozcurrita es difícil ver a alguien esos días, pero repite varias veces que la vida se lleva bien en el pueblo. Que están bien.

Le pedimos su opinión sobre lo que está pasando y si esto tiene arreglo y responde que reza mucho para que esto pase. Hablan todos los días con sus hijos y nietos (“aunque eso no me llena”, precisa), pendientes de que la comunicación se corte cada dos por tres.

Juan, el marido de Angelita, está callado en la escena, hasta que decide pronunciarse cuando planteamos el aislamiento del lugar. “algo aislados estamos, sí”, dice. Pero su esposa lo corrige y recuerda los pequeños servicios y atenciones que reciben.

Este matrimonio, aunque mayor, también tiene su labor hortícola. Y de momento, lo van haciendo sin encontrarse con problemas. Y, como despedida, pide que se arregle todo esto para abrazar y besar a los suyos, y para que no fallezca nadie más por culpa del coronavirus.

La soledad de Cozcurrita

08:59

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