Sociedad
Tribuna de la Educación

Las ciudades y las villas como impulsoras de la alfabetización de la ciudadanía

Galerías de A Coruña / Proxecto Terra

A Coruña

Desde la firma de la Carta de Ciudades Educadoras (Barcelona, 1990) hasta el momento presente, ha pasado un tiempo que supone no sólo el final de un siglo y el paso a uno nuevo milenio en la vida de las ciudades y de las villas (así llamamos en Galicia a los núcleos de menor extensión y servicios). Ha supuesto una evolución del concepto inicial de ciudad educadora debido a la práctica de aquel documento, a la experiencia acumulada y a los acontecimientos que se sucedieron en ese andar. Por tales motivos, aparece la necesidad de ir construyendo alternativas para la actualización de la redacción original de hace treinta años.

Aquella concepción primigenia de ciudad como sistema de propósitos utilizables para la educación (educar en la ciudad, por y para ella) precisa del protagonismo político de la alcaldía municipal. Hay que implementar planes transversales y de colaboración para lograr una mayor efectividad. En tales, respetando la diversidad, deberán prevalecer proyectos de transmisión de valores considerados universales, transconfesionales, intraconcejalías, aprobados por los plenos municipales, con una participación activa y comprometida de los agentes sociales y de la ciudadanía que sienta tal llamada.

Desde aquella idea original hasta la tendencia actual, fueron desarrollándose una variedad de intervenciones. Tales acciones vinieron mostrando el grado de compromiso político de los gobiernos locales en inversión cultural y en aprendizaje permanente para su ciudadanía. Muchas de ellas siguieron unas pautas de actuación predeterminadas y otras fueron activistas o dispersas, con un carácter más o menos sistemático, en los que no existió articulación ni finalidad concreta y que, en definitiva, dejaron un poso lúdico en la ciudadanía.

El desinterés, desconocimiento y la escasez de ideas de alguna clase política hizo que se repitieran modelos yertos, que mutilaron pilares primigenios, que profundizaron en la endeble consideración social y económica de las personas que trabajan para la culturización y la civilidad de la ciudadanía, que se dejara de innovar en acciones que habían motivado a los agentes sociales a participar en la cogestión de proyectos urbanos colectivos, que abandonaron la intencionalidad de promover la mejor organización de las entidades ciudadanas para llevar a cabo actuaciones potentes y coordinadas junto con la posición de los aparatos burocrático-administrativos municipales impidiendo las intervenciones más revolucionarias... Tales actuaciones dibujaron un panorama diverso. En ocasiones sombrío y de desencanto que precisan de reflexiones y de dinámicas concretas para actuar en direcciones de esperanza a los más comprometidos en la transformación cultural y social de una verdadera ciudad.

Debemos pasar de la faramalla que nos traslada, constantemente, que la educación es la base del progreso humano en los campos personal y social, que el futuro de la ciudad no será tal si no existe la exigencia de una ciudadanía que tenga la posibilidad de desarrollar sus capacidades, que la práctica cultural debe convertirse en un hábito individual y social y de que el reto de la ciudad está en invertir en la sociocultura (educación, cultura y actividad física para la vecindad como aprendizaje permanente y de relación). Hay que evidenciar la acción sociocultural como elemento patrimonial de interés general y como valor de consideración social sin olvidar que el modelo posea connotaciones específicas y que, como tal, existe legitimidad para estar en desacuerdo con él y en sus concreciones por diferentes causas para confluir.

La propuesta que se hace pasaría por estas finalidades:

  • Definir los principios básicos que la ciudad debe perseguir para posibilitar destrezas que permitan a la ciudadanía el acceso a la sociocultura, al empleo de sus capacidades como competencia y como adquisición de procedimientos que permitan una mejor convivencia comunitaria.
  • Promover la formación de personal mediador con una formación específica capaz de vincular la cultura de la ciudad a su ciudadanía y a la singularidad de su población.
  • Desarrollar actuaciones que permitan la gestión cívica de la ciudad como forma de promover valores urbanos y como manera de fomentar la participación social en la propagación de la cultura en la ciudad más allá de la prestación de servicios que ocurre, en la actualidad, en los equipamientos culturales y deportivos.
  • Instar al tejido mercantil y empresarial a convertirse, según sus posibilidades, en benefactores de proyectos que procuren un valor intangible de capital humano cívico.

Unos propósitos generales que tendrían que concretarse en posibles acciones que nos pudiesen llevar a que

  1. La ciudad fuera la referencia como experiencia plena y como realidad directa. Esto significa tener el propósito de percibir la ciudad, sus equipamientos, sus recursos, las cuestiones que aboyan en el territorio urbano, la versatilidad de situaciones sociológicas... como elementos hacia adquisición de conocimiento significativo en la ciudadanía.
  2. El acceso de la ciudadanía a una base de experiencias enriquecedoras sirviese para avivar nuevos intereses, potenciar nuevas aficiones, desarrollar los valores estéticos del patrimonio, de los espacios singulares y de las producciones que aparezcan en las inversiones culturales que posea la ciudad y para la adquisición de habilidades motrices de carácter utilitario empleando la ciudad y los recursos deportivos que se encuentran en ella.
  3. La transmisión de valores que ayudasen a implementar en la ciudadanía "el arte de vivir" para cuestionar el mundo y la realidad del medio en el que está inmersa, para interiorizar ideales por los que comprometerse, para enunciar y procurar alternativas fundamentadas en pensar la ciudad y practicar competencias cívicas.
  4. El descubrimiento de nuevos contextos de encuentro, comunicación e interacción social con el deseo de facilitar oportunidades para la relación, para la resolución pacífica de los conflictos individuales y para el establecimiento de canales para la convivencia de los grupos.
  5. La provisión de estrategias de aprendizaje fomentara en la ciudadanía, de forma generalizada, la segunda oportunidad de una población con menor formación, el acceso a nuevas alfabetizaciones, el enseñar a aprender y a conseguir autonomía en la educación permanente y en la utilización inteligente de todos los componentes culturales y deportivos que se encuentran en medio urbano.

Ha sido la ciudad de A Coruña pionera en Galicia de tantas iniciativas que la colocaron a la vanguardia de las ciudades gallegas en la sociocultura. Los hechos lo evidencian y los compromisos adquiridos, también. Hoy fluyen programas en el ámbito social, empresarial y municipal. Se ha apagado la efervescencia de las fundaciones emblemáticas. El Pacto Cívico aprobado en Pleno Municipal está en el baúl de los recuerdos. Otras iniciativas socioculturales municipales se tambalean por la dinámica de la gestión municipal, por el compromiso político, por la desgana que produce en quienes la soportan y por las medidas descoordinadas y, a veces, inauditas, para que la sociocultura educativa y motriz empujada por la municipalidad se enfrente a la pandemia.

Y aunque la ciudadanía no tenga más que "quedarse en casa" ante la amenaza sanitaria de "la cosa" para hacer comunidad, puede sembrar desde sus ventanas pepitas que se conviertan en flores de esperanza entre las rendijas de los sumideros.

 
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