'Para bien o para mal, en España cunde la alegría de vivir', por Pepe Belmonte

Murcia

MASCARILLAS. Si “coronavirus” lleva camino de convertirse, sin ningún género de dudas, en la palabra del año, el objeto más nombrado, perseguido y deseado es la mascarilla.

Poco a poco –a la fuerza ahorcan, que diría el castizo– nos estamos convirtiendo en auténticos expertos en mascarillas. Ya no hay quien no sepa que existen las mascarillas quirúrgicas, las mascarillas filtrantes y las mascarillas higiénicas.

Y por si todo ello fuera poco, las mascarillas con filtro, desechables y reutilizables. Mascarillas con válvula respiratoria, y, también máscaras transparentes para tapar nariz, boca y ojos. Y otra modalidad no menos curiosa: las viseras protectoras que también he visto utilizar a gente por la calle durante estos días.

Todo un variado, diverso y exquisito catálogo que es el reflejo de la disparatada imaginación de los españoles.

Sin contar, claro, con las mascarillas fabricadas en casa, que son verdaderas piezas de artesanía, y que me recuerdan el caso –aparecido en su día en el diario El País– de aquella señora que, por comodidad, ahorro y para no tener que pasar la vergüenza, confeccionaba ella misma los preservativos de su esposo a base de ganchillo “muy bien apretadito”, según manifestaba.

LA FOTO. No es la foto que vaya a ganar ningún premio. Aunque nunca se sabe. Pero sí es la instantánea –publicada en las redes sociales- con la que se anuncia una normalidad que está en camino. Me refiero a esa foto en la que tres auténticos mosqueros –Ana González, Paco Sánchez y Juanjo Asensio– posan para la posteridad, con la sonrisa de oreja a oreja, tras su regreso a los estudios de la Cadena Ser en Murcia.

RÍOS DE GENTE. Mi amigo el doctor Fernando de la Cierva nos alertaba en tuiter del aspecto tan concurrido, con el consiguiente peligro que ello entraña, de lugares como el Malecón o el carril bici del Río Segura.

Los sociólogos, psicólogos, politólogos y demás familia, aseguran en sus discursos que, a partir de ahora, cuando salgamos de esta, nada será igual que antes.

Y se equivocan. No han tenido en cuenta que en España cunde la alegría de vivir, y que se practica, como en ningún otro lugar del mundo, el Carpe Diem a rajatabla, sin importarnos demasiado lo que vaya a suceder mañana.

Horacio, el clásico latino, en su conocido poema lo dejó bien claro: “Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso. / Vive el día de hoy. Captúralo. / No te fíes del incierto mañana”.

Pepe Belmonte