Volver a ser un niño

Las Palmas de Gran Canaria

Hay recuerdos de mi infancia a los que les tengo especial cariño y que sucedieron el mismo día: la noche de Reyes. Esa víspera en la que cualquier niño duerme mal, con mariposas en el estómago y de la que se despierta muy pronto. Una sensación que de adultos es más difícil tener pero que yo creo que muchos volvieron a revivir este fin de semana.

El sábado muchos se levantaron antes de lo normal para ser fin de semana. Con esa ilusión de la noche de reyes por poder disfrutar del regalo del aire libre. Aunque no sé si les pasó a ustedes pero a mí la calle me pareció una extraña conocida. Me dio la misma sensación que al ver a una vieja amiga de la que no sabías nada desde hacía años pero a la que le sigues teniendo cariño. Eran las mismas calles de siempre pero no eran iguales. Calles que se quedaron en mitad de marzo, donde el tiempo se congeló. Con tiendas cerradas, algunas con carteles del Día del Padre o incluso celebrando el Día de la Mujer. Maniquís con plásticos por encima, esperando a que pase el chaparrón de la pandemia, unas calles semivacías con horarios para disfrutarlas.

Aún así el sábado las reedescubrimos como regalos. Como MariCarmen y Saúl...

Por fin podían salir en la bicicleta de mamá a dar una vuelta. O Aarón.

La primera ola que cogió este surfista el sábado le supo como a la primera. Ha sido un fin de semana de calle, a medio gas y con muchas precauciones como debe ser. Hoy lunes, algunos con agujetas, siguen disfrutando de este regalo. Tan sólo hemos necesitado un mes y medio de confinamiento, o incluso menos, para volver a sentirnos como niños, por el simple hecho de salir a la calle sin ser multado u observado. Niños grandes que redescubren la vida, disfrutando de su libertad. El mejor regalo que se puede recibir y que no puede ser empaquetado.