El legado de Alejandro del Castillo
El pionero en el desarrollo del turismo de Gran Canaria falleció este sábado

Alejandro del Castillo / Archivo

Las Palmas de Gran Canaria
El legado de Alejandro del Castillo, noveno conde de la Vega Grande fallecido este sábado 2 de mayo, no es sólo patrimonial. Su historia está, de hecho, estrechamente vinculada a la historia de la propia isla. Fue pionero en el desarrollo del turismo en la Isla, aunque su familia quedó fuera de la actividad turística tras el tsunami del boom de los setenta y la crisis de los noventa. En una entrevista concedida en 2012 para el libro Canarias, ¿líder turístico?, de la que reproducimos algunos extractos, explicó su visión de cómo sucedió todo.
Hace más de 50 años que su familia sentó las bases del desarrollo del turismo en el sur de Gran Canaria. ¿Cómo nace el Concurso Internacional ‘Maspalomas, Costa Canaria’? ¿Qué pensaban ustedes en aquella época?
Pues al principio no pensábamos. Empezamos a hacerlo cuando el turismo comenzó a crecer en la ciudad, los hoteles se llenaron, y por la panza de burro todos los días salían guaguas que llevaban a los turistas de excursión a bañarse a Maspalomas. Nuestras fincas se extendían por casi todo el sur. Aquellas tierras, ¡demasiadas!, eran entonces eriales, pero no un desierto porque entonces se plantaba mucho tomate.
En aquella época Maspalomas era un paisaje impresionante: estaba el palmeral, las dunas, el mar, y nadie alrededor. Tan sólo unas cabañas de madera sobre una duna y, al fondo, las cuarterías quemadas por el sol.
Sí, era muy bonito. Aquellas cabañas eran de Domingo Alonso y de Eugenio Montoro. Y otro al que le dio permiso mi padre fue Eugenio, Rodríguez creo, de Hacienda, que nos terminó poniendo un pleito por no dejar jugar a sus hijos en el Hotel Oasis. Se enfadó mucho cuando yo le dije: el pleito lo has puesto en agradecimiento a que mi padre te dejo la cabaña.
Ustedes ven el potencial turístico del sur por las excursiones que se hacen a Maspalomas huyendo de la panza de burro, pero ¿cómo surge la idea poner en marcha el concurso internacional?
Matías Vega es el primero que le dice a mi padre que hay que hacer algo en Maspalomas. Él quería hacer desde el Cabildo, del que entonces era presidente, un parador en la Playa de Maspalomas, pero eso no nos convencía y empezamos a darle vueltas. Entonces Pablo Elola, el administrador que le mencioné antes, habla con Entrecanales para hacer un proyecto que se llamó la Puebla de Maspalomas, del que se llegó a hacer un planito y todo, pero que no prosperó. Un día le dije a Pedro Massieu, que era arquitecto, que fuéramos al sur a ver qué podíamos hacer allí. Y él me habló por el camino del concurso internacional que se estaba haciendo en la Costa del Sol, en Marbella, y me pareció muy bien. Al final lo hicimos con Manolo de la Peña y me fui con él a la Costa del Sol a enterarnos de lo que se había hecho allí. Así fue como nació esa idea.
Asombra del famoso concurso internacional “Maspalomas, Costa Canaria”, su precisión para aquella época, con una planificación detallada, mediciones de temperaturas y mareas. ¿Cómo se elaboró ese estudio?
El estudio también lo hizo Manolo de la Peña con sus técnicos. Es verdad que es un estudio de precisión, pero luego no tuvimos tiempo de realizar las actuaciones con ese nivel de planificación, porque nos cogió el boom y nos barrió. Yo nunca pensé que el sur fuera a tener esa explosión tan impresionante que tuvo. Aquello fue un tsunami imposible de parar.
Manolo de la Peña tuvo, a partir de ahí, una gran influencia en el desarrollo del sur.
Sí. Lo primero que hizo fue La Rotonda de San Agustín, un edificio realmente emblemático del turismo. Ahí nació todo, fue donde se colocó la primera piedra, pero nosotros terminamos vendiendo y en un momento dado el Ayuntamiento decidió derribarla. Luego construimos los bungalows Los Caracoles y Nueva Suecia. Y es cuando San Agustín se llenó de suecos. Luego hicimos los bungalows Los Caracoles, el restaurante El Abanico y el Beach Club. De todo lo que hizo Manuel de la Peña sólo queda en pie el Templo Ecuménico. Parece que han querido borrar todo lo que ha hecho el conde en Maspalomas. Y ahora quieren derribar el Hotel Oasis. Se lo dije al actual alcalde: espero que por lo menos respeten el Hotel Oasis. [Alejandro del Castillo inició entonces una campaña para evitar su derribo y se abrió una batalla política y económica en Gran Canaria. Finalmente el Hotel Oasis se renovó tras renunciar RIU a su proyecto inicial].
Era casi un hotel familiar, porque veraneaban allí todos los años.
Le voy a contar otra anécdota, de cuando se pasó de la transición a la democracia. Se hizo una huelga y se fueron los trabajadores, como de los demás hoteles. La familia y los amigos fuimos a atender a los huéspedes. Yo y mi familia terminamos sirviendo la cena de Navidad a los alemanes: trajimos a los cocineros de casa, y con los amigos hicimos las camas y les servimos. Al final nos aplaudieron, y además lo pasamos muy bien, nos divertimos mucho.
¿Usted ya era conde cuando hizo de camarero?
Creo que sí, eso debió ser en el año 1978. Y mi padre murió en el año 76, que fue cuando yo heredé el título.
Ustedes en aquella primera etapa vendían barato los terrenos porque no tenían noción del valor que obtendrían después. ¿Cree que fueron demasiado confiados?
El primer solar se lo vendimos a Virgilio Suárez. Me parece que en total costó un millón de pesetas, y me dijo que iba a hacer el hotel inmediatamente. Me fie y no hicimos ningún documento, pero luego lo revendió e hizo un gran negocio. Eso le da una idea de cómo actuábamos nosotros. Fuimos muy confiados. Pero es que yo entonces tenía mucha liquidez y muchos proyectos. Queríamos hacer los Lagos de Maspalomas, una idea preciosa que ya estaba a medio ejecutar. Teníamos todo previsto para hacer diversos proyectos, pero tuve que devolver la mayoría de las letras cuando hicimos la urbanización del Campo Internacional, porque fueron a machacarnos. Hoy se habla de corrupción pero entonces, cuando vivía Francisco Franco, también había.
¿Quiénes se oponían a esos proyectos?
Augusto Menvielle, entonces delegado provincial del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, nos hizo mucho daño porque no contraté a un recomendado suyo. Habíamos hecho la canalización del barranco y vendido las parcelas, cuando Menvielle dice que todo lo de alrededor que yo había vendido era del Estado. Tuvimos que iniciar un pleito, y por supuesto lo ganamos. Pero una vez ganado, nos cayó encima el Colegio de Arquitectos, con sede en Tenerife, diciendo que el proyecto que habíamos hecho no era el que estaba aprobado en el plan general: que era el Lago de Maspalomas y no el Campo Internacional. La gente empezó a llegar a la oficina pidiendo que le devolviera el dinero. Yo pretendía compensar a todos los compradores con solares de Meloneras y hablamos con el arquitecto del Ayuntamiento de San Bartolomé, que era Federico Rivero, para que nos dijera cómo lo teníamos que hacer para que no nos pusieran después pegas. Lo hicimos como él dijo, pero el alcalde Araña del Toro lo echó abajo y tuvimos que devolver todo ese dinero. Los bancos se nos echaron encima y fue cuando arreglamos con Lopesan para que se quedara con Meloneras y un pasivo muy grande que tenía en la empresa. Ahí me jeringaron.
¿Aquel fue el momento más delicado que le tocó vivir?
Muy delicado. Éramos mayoritarios en Cementos Especiales, con un pasivo muy fuerte y se lo tuvimos que vender a Banesto. Banesto nos hizo también mucho daño, porque los bancos por un lado te dan y por otro te quitan. En la época de Pablo Garnica, Banesto se quedó la fábrica de cemento por una peseta y el pasivo. Fue un momento muy duro. Llegamos a tener 5.000 empleados, y yo nunca quise hacer suspensión de pagos. Yo pagué todo lo que tenía que pagar. Se pagó el último céntimo a bancos, y todas mis deudas. Y los empleados que tuvimos que despedir se fueron indemnizados.

Marta Cantero
He trabajado en diversos medios de comunicación de las Islas, tanto en Gran Canaria como en Tenerife,...




