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La pobreza se ceba con Añaza y Jinámar

Los vecinos de Añaza y Jinámar, los dos barrios más pobres de Canarias, se enfrentan a una nueva crisis económica y social. Los Servicios Sociales no dan abasto con todas las peticiones de ayuda. Pino y sus dos hijos, vecinos de Jinámar, viven con 50 euros al mes. Nuria, que reside con su hija en Añaza, sufre depresión porque "mi cuenta ha pasado de números rojos a negros."

Las Palmas de Gran Canaria

Desde hace unos días, Nuria ha tenido que comenzar a medicarse por depresión. Esta vecina del barrio de Añaza, en Santa Cruz de Tenerife, está al límite. Ella y su hija de 16 años sobreviven con 130 euros al mes y gracias a la ayuda que les da su madre, "que encima está de baja porque padece cáncer", explica Nuria. Se quedó en el paro justo antes de que se declarara el estado de alarma y ni siquiera tuvo tiempo de solicitar la prestación por desempleo. "Me siguen llegando los recibos de agua, luz y los 300 euros del alquiler de Visocan, que no nos lo han dejado de cobrar. Mi cuenta ha pasado de número rojos, a violetas y ahora a negros. No sé cómo quieren que pague todo eso cuando no tenemos dinero ni para comer", lamenta Nuria. 

En una situación parecida está Pino. Una vecina de Jinámar, un barrio que comparten los municipios de Las Palmas de Gran Canaria y Telde. Ella tienen 58 años y vive con su hijo de 24 y su hija de 17, esta última con Síndrome de Down y una discapacidad del 79%. Tras pagar el agua, la luz y el alquiler; los tres deben sobrevivir con 50 euros al mes. "Varias veces me he quedado sin comer, lo poco que tenemos prefiero dárselo a mis hijos. Además mi niña no puede comer cualquier cosa porque tiene tiroides, varios problemas de estómago y la mandíbula torcida", cuenta Pino. Cuando se ha quedado sin dinero le ha pedido ayuda a sus vecinas "porque desde que estamos en cuarentena ninguna administración pública me ha ayudado. Justo hoy, Cruz Roja me ha traído una tarjeta con dinero para que gaste en un supermercado".

Nuria y Pino ponen rostro a la pobreza de Canarias. No se conocen pero comparten varias cosas: son familias monomarentales, con menores a su cargo, sin trabajo y viven en los dos barrios más pobres del Archipiélago. Según los últimos datos del INE, Añaza, con unos 9.000 residentes, tiene la renta media por persona y hogar más baja de las Islas con 4.751 euros. Le siguen muy de cerca los más de 17.000 vecinos de Jinámar, con unos ingresos de 4.756 euros de media. Para la mayoría de sus residentes, la pobreza no es algo nuevo pero sí consigue que la crisis económica que ha surgido con la pandemia de la COVID.-19 les afecte más rápido y con mayor dureza.

Servicios Sociales desbordados

Según Nuria, "los Servicios Sociales del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife sólo me han dado una tarjeta con 110 euros para gastar en Hiperdino. Se activa un mes sí y otro no, ¿qué hago el mes que no está activada?" Este semana pudo hacer una compra "pero ya tengo la nevera vacía", lamenta Nuria. Pino ha llamado varias veces al ayuntamiento de Telde solicitando una ayuda, "tenía cita el 18 de marzo pero me la cancelaron por el estado de alarma, desde entonces no me han llamado".

Los Servicios Sociales de los municipios más poblados de Canarias están saturados. Por eso muchos vecinos tienen que acudir a organizaciones no gubernamentales en busca de ayuda. Como, por ejemplo, la Red de Solidaridad Popular de Jinámar. Según su portavoz, Lolo Rodríguez, "antes de la cuarentena dábamos ayuda a 160 familias, ahora hemos recibido muchas llamadas de personas que se han quedado en el paro y no tienen ningún ingreso". Lolo se pregunta por qué los ayuntamientos no refuerzan con más personal y recursos la atención social, "deben dar una respuesta de emergencia porque la ayuda es urgente, la gente está al límite" alerta Lolo que añade que "la semana pasada recibí la llamada de un padre de familia que quería quitarse la vida porque no tenía alimentos en casa ni dinero para poder comprarlos."

Desde hace varios años, Pepe también ayuda desde la parroquia de Añaza. Este cura y sus colaboradores atendían a 160 familias antes de la COVID-19 "y durante la cuarentena hemos recibido el doble de peticiones, una situación que va durar un tiempo, no va a cambiar a corto plazo", cuenta el párroco. Por eso cree que es "muy importante generar redes con las administraciones públicas y las entidades privadas para dar respuesta a esta crisis social"

 
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