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In memoriam

La Firma de Guillermo Granja

"In memoriam", la Firma de Guillermo Granja

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Palencia

Una frase atribuida al genocida Stalin dice: “un muerto es una tragedia, un millón es una estadística”. A mi entender, es lo que está ocurriendo, en estos momentos, en España, sin que se nos caiga la cara de vergüenza. Como hemos podido comprobar, el coronavirus ha trastocado nuestra sociedad en toda su extensión, desde la comunicación, las libertades, la economía, las relaciones sociales, etc. Todos estos ámbitos son muy importantes, pero todos tienen una ventaja, que dentro de un tiempo, más o menos largo, se podrán recuperar en su totalidad e, incluso, superar la situación anterior a la pandemia.

Sin embargo, hay uno que nunca se va a recuperar: las vidas que se han perdido en esta crisis. A día de hoy, son más de 25.000 los fallecidos por el covid-19 confirmados. Con total seguridad, si se hubiesen hecho más test o más autopsias, la cifra superaría las 35.000. A esto hay que sumarle las personas que han muerto, por otras causas, al no haber recibido la atención sanitaria pertinente, a causa del colapso sanitario que se ha vivido desde mediados de marzo hasta finales de abril.

Todos y cada uno de ellos deben quedar grabados en nuestra memoria para siempre. Han perdido su vida por culpa de un maldito virus, pero tienen nombre y apellidos. Tienen familias y amigos que no han podido despedirse de ellos como se merecían, ya que el miedo al contagio y a la expansión de la epidemia aconsejaba que fuera así. Esto se puso de manifiesto en el primer caso de infección masiva que se dio en España, que fue a causa de un funeral celebrado en Haro (La Rioja), por culpa de la falta de distancia social y de higiene básica de manos. A partir de ahí, la situación se desbordó, hasta tal punto, que las funerarias no daban abasto para atender la enorme cantidad de fallecimientos diarios que se producían. Esto ha provocado que todas las personas que han muerto en este tiempo, fuese la causa que fuese, no pudiesen recibir el cariño y acompañamiento de sus seres queridos.

Por eso tenemos una deuda enorme con todos ellos y también con sus familiares y amigos. Creo que lo más justo es que se decretase ya el luto nacional permanente hasta que la situación se normalice; también habría que realizar, en el momento que se levante el confinamiento, un funeral de estado, acompañado de homenajes en todos y cada uno de los rincones de nuestro país; y, sobre todo, para que no desaparezcan de la memoria colectiva, establecer un día para que les recordemos anualmente como se merecen. A su vez, las familias afectadas deben recibir el apoyo psicológico que necesiten, a cargo de fondos públicos, para poder superar esta desgracia y que puedan notar el consuelo de toda la nación.

Es, a mi entender, lo mínimo que, como sociedad, debemos ofrecer a aquellos que han perdido la vida en estas circunstancias tan excepcionales, para que no se conviertan en un número más dentro de una estadística. Todos se merecen permanecer para siempre en nuestra memoria, pero especialmente nuestros mayores, con los que la pandemia se ha cebado de manera especial, ya que con su esfuerzo y tesón han logrado que nosotros hayamos heredado una España moderna y democrática.

 
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