Villarejo de la Sierra, "mientras haya paga..."

Zamora

Villarejo de la Sierra, anejo de Rosinos de la Requejada, tiene un censo de 31 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Aunque en el vigente tiempo del coronavirus hay unas 16 personas, según nos dice la primera vecina que vemos al arribar a Villarejo y que prefiere seguir a lo suyo.

Al lado de la iglesia un vecino sale de su casa con un humeante caldero de latón que contiene un escaldado de mondas de patata y otras sobras. Se llama Antonio y nos dice que el contenido del caldero es comida para sus gallinas, mientras revuelve y desmenuza los restos con un palo para, una vez frío, echárselo a sus aves. Antonio es más bien parco en palabras y dice que en Villarejo la vida se lleva “a tirones” y concluye que con el coronavirus “a ver si quedamos alguno”.

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Antonio queda revolviendo el puré de tropezones que ha convertido el escaldado de su caldero para las gallinas, y continuamos calle arriba. Un trecho más arriba, en el final del pueblo en la parte alta, nos encontramos con otro Antonio. Éste es más dicharachero. Y bastante espontáneo, sin modificar su expresividad verbal habitual. Sin dejar escondido ningún taco que remarque sus opiniones y sentimientos.

Así, con su campechanía rural, nos cuenta que su día a día pasa entre las gallinas y las cosas del huerto. Y dice que se vive bien, pero siempre que no falte la paga de la pensión. Estamos a la puerta de su casa y por allí aparece su esposa, que prefiere no hablar, aunque después de entrar en casa sale con una mascarilla que entrega a su esposo para que se la ponga.

Y tras la mascarilla traslada su particular reflexión sobre eso de la España vacía y vaciada: “eso es jodido” expresa, para añadirle una definición que no habíamos escuchado nunca, “es como una guerra fría”.

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Con su campechana expresividad, Antonio refleja su preocupación por su hija enfermera en Ponferrada, aunque de momento se está librando del virus. Su otra hija, añade, es ingeniera.

Y se queja del aislamiento de esos pueblos. “Aquí no viene nadie, ni el alcalde (está atrapado por el confinamiento en Madrid)”, mientras habla de unas mascarillas que ha oído que se iban a repartir pero que allí no han llegado.

A unos metros de la casa de Antonio, a medio camino con la casa del otro Antonio, aparece en escena Asunción. Es la más vieja del pueblo, comenta Antonio mientras nos despedimos. Asunción va a entrar en su vivienda y nos revela que tiene 86 años. Pero añade que cree que no es la más vieja de Villarejo de la Sierra. Y de Asunción obtenemos una definición muy concreta de cómo se vive en Villarejo: “jodidamente”.

Asunción no quiere entrar en mucha materia, así que abandonamos Villarejo de la Sierra. Ya en carretera, apenas salimos del pueblo se acerca una persona en bicicleta, acompañada de un perro. Es Pilar, probablemente la persona más joven que está hoy en Villarejo de la Sierra. Es su segunda residencia (porque el Ayuntamiento de Rosinos no le concede el empadronamiento), pero el Coronavirus la pilló en el pueblo de fin de semana en que se decretó el confinamiento. Su marido y su hijo están en Zamora, en el negocio familiar de comida casera para llevar, “Cosas de Comer”.

Pilar expresa que en el pueblo se vive fenomenal y admite que es un privilegio vivir en estos tiempos, aunque en su opinión el pueblo no da para vivir en él. Y también expresa su opinión del absurdo de que no se permitiera el movimiento de las gentes de unos pueblos ya aislados en condiciones normales.