A las ocho menos cuarto de la tarde General Ricardos es una calle de aceras desiertas. Las tiendas están cerrando casi todas, y la gente mayor vuelve a casa a buen ritmo. Pero es acabar los minutos de aplausos a los sanitarios y el panorama cambia. Gente en mallas de correr, ciclistas, parejas ya en pantalón corto… cientos de vecinos brotan de los portales, y bajan por calles estrechas como Irlanda, Peñafiel o Paulina Odiaga, y todos con una misma dirección: Madrid Río. Mejor dicho, la estrecha franja del gran parque que sí está abierta, el puente de Toledo. Con las zonas verdes cerradas, barrios como éste de San Isidro, Opañel o Comillas pelean por el escaso espacio en que la gente puede distenderse estos días. Calles muy estrechas, con mucha densidad de población, sin arbolado, y que desembocan en avenidas como General Ricardos u Antonio López, que son amplias, pero están puestas al servicio del coche. Nos explica un vecino, que pelea por sacar la bici por su estrecha acera, que a partir de las ocho de la tarde, desde que se autorizó salir a pasear, la congestión “es enorme”. Nos señala una calzada por la que sólo puede pasar un coche y dos aceras por las que cabe una persona. “Vivimos mucha gente, son bloques con mucha densidad”, nos explica mientras va preparando su bici, “y encima al río no podemos ir, así que tenemos que ir por la carretera”. Él ha decidido no salir a correr, porque cree que así es más difícil aún guardar la distancia con el resto de la gente. “El ayuntamiento debería abrir los parques y se deberían ampliar las horas en que podemos salir [algo que es competencia del gobierno central], porque esto es lamentable”. Como si fuera una especie de operación retorno, cuanto más nos acercamos al puente de Toledo, pero está la cosa. Los ‘runners’ van creciendo y tomando velocidad, y sortean a quienes van simplemente a pasear. Las hasta hace unos minutos desiertas aceras de General Ricardos están ya saturadas, y cuesta mantenerse a distancia adecuada del resto de la gente. Y, sin embargo, separados por una valla metálica, tenemos un espacio de más de 20 metros casi vacío: el espacio de los coches. A diferencia de otros ayuntamientos de España y de Europa, el equipo de Almeida no preparó ningún dispositivo especial en sus calles para hacer frente a la situación que otros responsables municipales si preveían, y es que el espacio para las personas fuera insuficiente si querían guardar la distancia recomendada por las autoridades sanitarias. Este barrio tampoco se beneficiará del cierre de algunas calles anunciado para el próximo fin de semana, aunque la apertura de parques menores sí aliviará algo una situación sangrante. “Esto parece la romería de San Isidro”, nos dice una vecina que contempla el panorama desde silla de ruedas. “La gente te pasa rozando,sobretodo los corredores, el parque tenía que estar abierto”. La imagen de un puente lleno de gente contrasta con el parque varios metros por debajo: completamente desierto. No se sabe si quienes lo contemplan desde el pretil se fijan en la belleza, con los rosales cargados de rosas recién abiertas, o en la paradoja de que las autoridades recomiendan no aglomerarse pero cierran el espacio en el que podrías expandirte. Los ciclistas pasan zigzageando, los corredores al ralentí, los paseantes se mueven como un coro de bailarinas para evitarse, y un coche patrulla de la policía nacional pasa diciendo con el megáfono “se ruega que cumplan con la normativa, y aunque sea difícil mantengan la distancia social; Madrid es muy grande y no tienen por qué apelotonarse todos aquí”.