Pesadilla en bici
El comentario de Marina Hernández en Hoy por Hoy Las Palmas
Las Palmas de Gran Canaria
Se me ocurrió el otro día realizar un estudio de campo. A veces es complicado analizar una realidad cuando estás encerrada en tu casa. Así que dejé el miedo atrás, me puse mis guantes, mi mascarilla FPP2" ultrasónica, preparada para una invasión zombi y bajé los cuatro pisos de escaleras de mi casa con la bicicleta al hombro.
Es lo que tiene vivir en un cuarto sin ascensor. Miré a un lado y a otro y cogí carretera. En ese momento pensé: " Tranquila, Marina, que este ayuntamiento se ha encargado de poner carriles bici hasta en los lugares más insospechados".
Me debatí entre dos rutas clásicas: La Avenida Marítima y Paseo de Chill. Opté por la segunda ya que al tener una inclinación importante no encontraría a muchos en mi camino.
Nunca he sido tan ilusa en mi vida. Parecían las fiestas de la Naval. No faltaba nadie. No quedaba un deportista en su casa que no estuviera allí. En Paseo de Chill. Subiendo la cuesta. Sudando y respirando muy cerquita de mi cuello.
Mi paranoia vírica en la que llevo inmersa dos meses comenzó a incrementarse cuando de repente los runners venían de frente por el propio carril bici. Señoras en chandal con viseras transparentes se me cruzaban sin control. También algún que otro niño con patinete y su padre atrás.
Cuando decidí que aquello no era para mi y debía regresar, un runner cabreado, con mini pantalones y camisa de asillas se acercó a toda velocidad de frente -sí, por el carril bici-, con cara de pocos amigos, aquello no iba a terminar bien.
En cuestión de segundos, tuve que decidir si me apartaba o no. Y no lo hice, yo cumplía las normas. Entonces me gritó en la cara cuando nos cruzamos: ¿Es que no te das cuenta de que aquí hay mucha gente? Hay demasiada gente, no se puede estar.
El muchacho no entendía que él también era gente. Que todos somos gente. Y que juntos somos masa.