Monterrubio: donde no llega el Street View de Google
Siete personas, entre ellas un niño, comparten una vida sencilla, pero feliz, con varios gatos, perros y un palomo, aunque se quejan de la falta de internet y el exceso de celo de los guardias
Zamora
Cerramos el periplo que hemos hecho por nuestra particular España Vacía en el tiempo del coronavirus. Y lo cerramos en Monterrubio, otro anejo de Rosinos de la Requejada, con cinco habitantes según el INE. Aunque ahora hay siete personas viviendo allí (tres viviendas abiertas, tres familias). Incluido un niño, cosa harto rara en tan exigua población.
A Monterrubio se llega desde la desviación de la carretera que va de Rosinos a Anta de Rioconejos. Pero su aislamiento es tal que hasta el Street View de Google Maps se pasó el cruce y no llega a Monterrubio. De modo que tomando la desviación que se comió el Google Maps, llegamos a una aldea que sólo tiene una calle que se desliza por una suave pendiente, con edificios a ambos lados, y que acaba en un valle frondoso y espectacular en estas fechas, donde campa a sus anchas la fauna salvaje.
Porque la fauna humana es escasa. Pero vive feliz. Eso nos transmite Pepe, que andará por los ochenta y al que encontramos sentado en un poyo de un edificio hacia la mitad del pueblo, frente a su casa, disfrutando de un par de gatos, de un perro bonachón que regresaba de darse un garbeo por el monte, y de un palomo blanco que se pasea sin mayores problemas entre los gatos. Y tiene gallinas, añade.
Con esa compañía, nos asegura que se está de maravilla en Monterrubio. Y repite varias veces que vive feliz en el pueblo, aunque él ya no puede hacer muchas cosas. Con cierta nostalgia, Pepe lamenta que esto tienda a desaparecer, y recuerda que su padre le dejó 5 casas en Villarejo, que de poco le sirven, mientras nos señala el solar vacío donde acaban de derruir una vivienda.
Al fondo de la calle asoma un chiquillo, al que Pepe llama para que se acerque. Es Ángel. Tiene 7 años y está acompañando a su padre, que está en casa de otra vecina tratando de arreglar algo de la tele. Y Ángel se muestra como un niño inquieto, aunque poco expresivo ante el micrófono, pero feliz, que se divierte jugando con los perros y gatos y también inventando cosas con lo que tiene a mano.
Su padre también se llama Ángel, y se suma a las quejas que surgieron en Escuredo cuando las vecinas fueron multadas por salir a llamar por teléfono. Se queja de la presión de la Guardia civil a pesar de que en Monterrubio están aislados. Es su queja, porque, en lo demás, admite que se pueden sentir algo privilegiados de vivir en un lugar como Monterrubio, donde quizá muchos querrían estar en estos tiempos. Eso sí, siempre que tengan trabajo en otro sitio o sean jubilados.
Como María Socorro, la vecina a la que Ángel ha acudido a ayudar, que reclama ante la falta de internet. La carencia de esos servicios, esenciales en estos tiempos, es casi el único hándicap de vivir en Monterrubio. Eso y, también añade, la presión que no entienden de la Guardia Civil en esos pueblos.
Y, a pesar de todo (de la falta de internet y de los guardias), María Socorro zanja: Monterrubio está muy bien. Y nos volvemos por donde no ha llegado ni Google. Y, afortunadamente, el coronavirus tampoco.
Monterrubio: donde no llega el Street View de Google
09:22
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