"El ser humano tiene capacidad de cambio, pero también el lastre del conservadurismo"
Juan Capafons, catedrático de Psicología de la ULL, desgrana el difícil equilibrio entre las emociones instantáneas y los valores adquiridos que deberían perdurar tras la crisis sanitaria
Entrevista a Juan Capafons, catedrático de Psicología
09:21
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Tenerife
La Covid-19 ha dejado en España muchas preguntas y respuestas durante más de dos meses. Aunque todavía hay una sin resolver: ¿Será la crisis sanitaria un punto de inflexión en el modelo político-social del país?
Sin una respuesta concreta que sí garantiza el tiempo, pero poniendo sobre la mesa las herramientas de la psicología, el catedrático de la Universidad de La Laguna, Juan Capafons, afirma que “el ser humano tiene capacidad de cambio, pero también el lastre del conservadurismo. Hasta el más puro, el de conservar la vida. En un momento dado podemos ser muy conservadores y plantearnos que no vale la pena arriesgar, provocar nuevas formas de interacción”.
Capafons asegura no ser pesimista, pero tampoco especialmente optimista. “A mucha gente esto le ha afectado ahora negativamente, pero a medio y largo plazo lo hará muy positivamente. Eso lo vimos con la enfermedad oncológica, en muchos casos estos episodios personales te dan fortaleza”. Sin embargo, alude a la prudencia, “no seamos excesivamente optimistas y pensemos que va a venir una revolución. Yo no lo creo”.
Esta semana, las redes se han inundado de una petición: que hoy, domingo, 17 de mayo, sea el último día de grandes aplausos en balcones y ventanas a los sanitarios. El contrapunto lo han puesto colectivos que se niegan a dejar de agradecer mediante una costumbre que dura ya 63 días el esfuerzo sanitario. Sobre las costumbres adquiridas en la pandemia, el catedrático apunta a las dos riendas del ser humano y al difícil equilibrio entre las emociones instantáneas y los valores que deberían perdurar tras la crisis sanitaria: “El ser humano aprende muy rápido, pero la humanidad a veces va muy lenta”.
En este sentido, concluye que “es probable que los aplausos vayan decayendo y al final desaparezcan porque el componente emocional de ese reconocimiento profundo, de agradecimiento, se va paliando. Yo espero que los valores, la conciencia de la necesidad y de sentir la solidaridad de otros, del esfuerzo que han hecho los sanitarios, no lo olvidemos nunca y eso quede de una manera, a lo mejor menos efusiva, pero más perdurable y con huella más sólida”.