'Todas las muertes'

San Roque

En plena crisis pandémica hay muertes que, en algunos casos, sin ser provocadas por dicha enfermedad, nos dejan una huella difícil de borrar, tal vez por la carga de sensibilidad que acumulamos en tiempos de confinamiento y, claro, en función de lo que la persona fallecida ha supuesto en el imaginario de cada cual. Me refiero a personajes que han significado algo por su actividad pública. El cantautor Luis Eduardo Aute, reflejo de una generación comprometida en la lucha por la libertad; Michael Robinson, el exfutbolista y comentarista deportivo de gran popularidad y mayor conocimiento de su trabajo, que a todos caía bien por su elegante mesura; José María Calleja, el periodista valiente, amenazado por la organización terrorista ETA, a la que hablaba claro y alto, que sí nos dejó víctima del coronavirus; Lucía Bosé, arrastrada por la misma enfermedad, a la que recordaré siempre en la inolvidable película de Bardem Muerte de un ciclista; el duro central del Real Madrid Goyo Benito, del que no sabíamos nada desde que se retiró hacía ya muchos años y cuya muerte nos recuperó su recuerdo; Juan Genovés, que con su pintura "El abrazo" plasmó el alegato más humanamente expresivo en favor de los presos políticos del franquismo; Julio Anguita, el que fuera líder del Partido Comunista y luego de Izquierda Unida, ensalzado en su muerte y en vida tildado de "iluminado". Y Billy el Niño, pesadilla de muchos antifranquistas, policía acusado de torturador y acaparador de medallas en dictadura y democracia. Muertes coincidentes en este tiempo sombrío, sin sentir o no sentidas iguales, pero inevitablemente igualadas.