Mentira como forma de hacer política
Manuel Pareja
Jerez de la Frontera
Mentir está mal. Si lo hace un político en el ejercicio de su encomienda pública, peor. Si miente en el Parlamento, sede de la soberanía nacional, la mentira se agrava, pues no miente a la oposición o a quien le interpela, sino al conjunto del pueblo español. Si además, lo hace un Ministro del Gobierno con una larga trayectoria en la carrera judicial, la situación se vuelve insostenible. La nota interna reservada, firmada por la Directora General de la GC, y revelada por un digital -que el Gobierno no ha podido desmentir-, no deja dudas de que se destituyó a Pérez de los Cobos por no informar de la investigación sobre el 8-M (cuando realmente ni debía ni podía), algo que Grande-Marlaska ha negado reiteradamente. Y no lo ha hecho en el Bar, o a un periodista, sino en el Parlamento. Estas mentiras socavan la credibilidad en el sistema. Los que hace unos días pedían la dimisión de fulanito o menganito, me da igual el color político, callan -cuando no defienden-, al compañero Marlaska. Como público del juego democrático convendría que dejáramos de ser hooligans que defienden sus colores a cualquier precio, y exigiéramos a los jugadores que saltan a la cancha, juego limpio. A todos, sin distinción. La gravedad en la conducta del político puede tener una consecuencia civil o penal, pero la mentira debe tener una consecuencia política, y debe tenerla de manera inmediata. No lo veremos, por desgracia para la salud de nuestra democracia.




