'Helados, transeúntes y cacerolas'
En la película Gracias por fumar Nick Naylor le explicaba a su hijo Joey la estrategia de debate que utilizaba en su trabajo
La Firma de Paco Rebolo, 'Helados, transeúntes y cacerolas'
02:19
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1591256331_977349/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Algeciras
En la película Gracias por fumar Nick Naylor le explicaba a su hijo Joey la estrategia de debate que utilizaba en su trabajo. Aquel diálogo sobre sabores de helados es una de las mejores demostraciones de la facilidad para manipular y ser manipulados. La escena transcurría así:
"— ¿Y qué pasa cuando te equivocas?
— Joey, nunca me equivoco.
— No puedes tener razón siempre.
— Si tu trabajo es tener razón, no puedes equivocarte.
— Pero, ¿y si te equivocas?
— Vale, digamos que tú defiendes el chocolate y yo defiendo la vainilla. Bien, si te dijera que la vainilla es el mejor sabor de helado, ¿qué dirías?
— No, es el chocolate.
— Exacto, pero así no puedes ganar. Así que te pregunto: ¿crees que el de chocolate es el no va más de los helados?
— Para mí es el mejor helado, yo no pediría otro.
— Ah, ¿lo es todo para ti, no?
— Sí, es lo único que necesito.
— Yo necesito más que chocolate, y en realidad necesito más que vainilla. Creo que necesitamos libertad para elegir nuestra clase de helado. Y esa, Joey Naylor, es la definición de libertad.
— Pero no es de eso de lo que estamos hablando.
— Ah, pero es de lo que yo estoy hablando.
— Pero no has demostrado que el de vainilla sea el mejor.
— No hace falta, he demostrado que te equivocas y, si es así, yo tengo razón.
— Pero aún no me has convencido.
- Porque no voy a por ti, voy a por ellos [señala a los transeúntes de su alrededor]."
Y este ilustrativo diálogo, me hace reflexionar sobre situaciones actuales en las que, ocurra lo que ocurra, lo importante no es el hecho sino la venta del hecho. En los Estados Unidos se sigue proclamando y ensalzando el racismo hasta extremos en que la vida humana no vale nada y cualquier alimaña malparida, en el momento en que tiene una placa, puede asesinar impunemente a cualquier latino, afroamericano u oriental porque le parezca sospechoso aunque sea de lejos.
Allí parece que el centro del debate es que algunos de los que van a las manifestaciones de protesta son antifascistas o que otros saqueen (que a saber de dónde salen...) y eso desacredita toda reivindicación que lleven a cabo. No importa el crimen sádico amparado en el cargo público, sino que quien protesta es indigno porque el Gobierno dice que es indigno, sin más argumento.
Digámosle eso a la Resistencia francesa, la griega o la italiana (sí, ésa del Bella Ciao, ésa) en la Segunda Guerra Mundial y defendamos que había que preservar el orden establecido, el de la invasión nazi.
Y lo gracioso es que encima van de víctimas de delicada piel, de seres de luz escarnecidos por la infamia enemiga, perseguidos, afrentados por el mero hecho de que no les dejan hacer hasta el infinito lo que les sale de sus pútridos cerebros.
Ya sólo les faltaría desfilar a cacerolazo limpio por Park Avenue para llegar al culmen del ridículo. Sobre todo cuando no supieran ni por dónde se enchufa una cacerola.
Animalitos.