El peligro de Donald Trump
La Firma de Pedro Brouilhet

"El peligro de Donald Trump", la Firma de Pedro Brouilhet
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Palencia
En medio de la crisis del Coronavirus, se ha colado en nuestras televisiones el escándalo de lo sucedido estos días en Estados Unidos. Solamente podía ser algo brutal lo que nos sacase del letargo.
George Floyd, con todo el peso de un sistema injusto, literalmente, sobre su cuello, susurra unas últimas palabras que resuenan en todo el mundo: «No puedo respirar». Y la asfixia toma de golpe otra dimensión, otro significado mucho más real. Muchos, la mayoría de nosotros, hemos visto imágenes o vídeos desde diferentes ángulos y distancias. Había personas tomando esas imágenes. Hubo testigos. Hubo gente que escuchó «no puedo respirar». Y que siguió grabando. Quizás, con una mano en el móvil y la otra en el bolsillo.
«No puedo respirar» se ha convertido tristemente, en una reivindicación, en una causa. En un lema que ojalá no usemos de nuevo en vano, porque ya nunca más será una frase vacía. La población norteamericana se ha lanzado a la calle para protestar por este atentado a la vida humana.
Sin apoyar la violencia de unos pocos, ha aparecido otra vez la figura del presidente americano Donald Trump, el patriota y justiciero.
Yo no soy analista político, pero me da la sensación de hago estamos haciendo mal. La crisis económica, el desencanto de la población, el marcarnos la política económica en ciertos foros, el ver como un peligro al diferente, el no tener expectativas, el hartazgo de ver a los de siempre, la crisis de los grandes partidos tradicionales... son algunas de las causas que explican fenómenos como los del presidente americano o brasileño.
Frente a la uniformidad que nos han propuesto nuestros dirigentes, muchos ciudadanos han reventado. Muchos populistas de ambos lados están aprovechando esta situación para convertirse en los nuevos salvadores del planeta.
Vivimos en la época de la globalización. Pero ha sido mal interpretada. Mejor dicho, los que mandan nos han metido en una espiral que nos está llevando a construir un mundo donde no importan las personas. Lo de Inglaterra, Brasil y Estados Unidos, por un lado y lo de Venezuela, por el otro, nos tiene que hacer pensar. Frente a los populismos tenemos que ofrecer otras alternativas que sean realistas y que nos permitan construir un mundo mejor.
Por desgracia, lo local ha ganado a lo universal; el insulto ha ganado a la palabra, el racismo a la tolerancia; el odio al perdón; el insulto al debate... A esta moda se han apuntado algunos dirigentes de los principales partidos españoles.
Necesitamos líderes políticos, sociales, económicos sindicales, religiosos políticos que apuesten por la sensatez, los consensos, la escucha, el dialogo, la tolerancia, la igualdad... Nuevos líderes, que nos presenten otras alternativas. Hombres y mujeres que defiendan los derechos humanos. Personas que sean coherentes. Líderes que propongan otras políticas económicas y sociales.
Aún estamos a tiempo de construir después de esta crisis del coronavirus, una sociedad nueva, globalizada, justa.... Si perdemos esta oportunidad nos acercaremos a un ambiente muy parecido al de la Segunda Guerra Mundial. ¡No perdamos esta oportunidad! Si no, lo de Donald Trump se multiplicará por diez.
Como dice el Papa Francisco: "o salimos del capitalismo salvaje, o no habrá salida para la humanidad"




