Castidad ideológica

Córdoba

Hoy querría hablar de los politi-castos, esa variante del político que padece incontinencia emocional y verbal. No son distintos de nosotros, pero no son nosotros. Me hubiese gustado escribir: “incontinencia intelectual”, pero me temo que hace tiempo que la emoción se ha apropiado de su reflexión y son un claro ejemplo de la deriva egocéntrica y fanática que va apoderándose del panorama social. Estos politi-castos no tienen ni oficio, ni beneficio. Son individuos que se han obsesionado por defender “su pureza ideológica” a toda costa, ya sean de un lado, o de otro. Se han abscedado en seguir en su politi-castidad, sin mezclarse, no sea que se contaminen.

Un buen politi-casto solo vive para una ideología, la verdadera; solo escucha y reproduce un argumentario, el suyo verdadero; y solo tiene unos intereses, los propios del partido. Todo lo que no forme parte de esta doctrina o es mentira, o está manipulado. A falta de ideas propias, el politi-casto asimila la ideología al completo y se siente fascinado por la disciplina de partido. De ahí que no distinga si está en la taberna u ocupando un escaño, porque el politi-casto no descansa, no entiende de instituciones, de cargos políticos o de servicio público, ya que su única misión es servir a su ideología urbi et orbi.

Lo que me temo es que ahora que inauguramos la fase 3, y que se abre la veda de comparecencias públicas, todos los que no estamos inmunizados, terminemos contagiándonos de este virus de la castidad ideológica que se hace fuerte en los organismos débiles. Por si acaso, yo saldré a la calle con mascarilla.