¿Quién se ocupa de la salud mental en esta crisis?

Jerez de la Frontera

Siempre me ha resultado llamativa la poca atención que prestamos en España a los problemas psíquicos frente a los físicos. Dicho de otra manera. Me cuesta comprender por qué acudimos a un médico cuando nos duele la punta del pie y ni siquiera nos planteamos pedir ayuda profesional cuando la dolencia es psicológica.

Al menos 27.000 familias españolas han perdido un ser querido en esta pandemia; la venta de medicamentos contra la ansiedad y el insomnio ha aumentado hasta un 34%; la demanda de antidepresivos se ha disparado un 18%; y, por ejemplo, el servicio de drogodependencias de la provincia de Cádiz ha alertado del riesgo de trivializar sobre el consumo abusivo de alcohol tras detectar un incremento de hasta el 70%.

Mayores aislados; familias sin haber despedido a sus seres queridos; sanitarios impotentes; pacientes curados tras estar semanas intubados; el síndrome de la cueva también en niños; la enorme presión laboral; la agresividad social; la angustia de perder el empleo.

Hay países del entorno que desde el inicio de esta pandemia ficharon e incorporaron a psicólogos en sus comités de expertos. Hay múltiples vías de auxilio, desde líneas de teléfono de ayuda psicológica, equipos de terapia por municipios o provincias y hasta programas por franjas de edad en los medios de comunicación públicos.

Decía mi abuela Maruja que antiguamente uno le contaba los problemas al cura por aquello del secreto de confesión. Afortunadamente, desde los 80 hay psicólogos en España.

Y es cuestión de voluntad y de entender la necesidad. Se pueden habilitar recursos para contratar vigilantes en las playas. Se pueden destinar fondos para atender la salud mental y el equilibrio emocional de cientos de miles de personas. Puede verse como un gasto, pero es una inversión.