¿Tiempo de reconstrucción?

Córdoba

Avanzamos a ritmo acompasado en esa desescalada que nos hace intuir la salida del peor de los infiernos. Las calles recuperan paulatinamente su latido y, a punto de concluir una primavera que nos ha sido arrebatada, acariciamos un verano de días de sol, de vida compartida y abrazos recuperados. Son planes lúdicos que nos dan aliento para retomar esa nueva normalidad vestida de incertidumbre y que corre el riesgo de parecerse demasiado a lo peor de la anterior.

Los estragos sociales y económicos de la pandemia demandan medidas eficaces basadas en el diálogo para la reconstrucción efectiva del país. El sentido común pide a gritos sin demora un clima de consenso y nuevas formas de hacer política y, sin embargo, el panorama no puede ser más desalentador. En el Congreso, sus señorías se empeñan en hacer suya de manera tosca y grosera la frase de Groucho Marx: “Sea lo que sea, estoy en contra”. Se atrincheran en una confrontación desenfocada e irresponsable que comienza a calar peligrosamente en parte de la ciudadanía y provocar la decepción y el hartazgo del resto.

 A lo largo de las últimas semanas se ha escrito hasta la saciedad sobre las consecuencias de la COVID-19 para nuestro modelo de civilización. Así, los más optimistas han vislumbrado en la tragedia una ocasión de construir un orden nuevo. Por el contrario, los más catastrofistas presagian que la inercia humana nos llevará al mismo punto en el que estábamos antes de que la pandemia sacudiera nuestras vidas.

La cuestión ahora es saber qué hemos sido capaces de aprender y de qué manera afrontaremos el futuro post Coronavirus. Pero el día después ha empezado y no hay tiempo que perder para hacer de esa nueva normalidad una oportunidad de mejorar