La necesidad de prohibir, las ganas de prohibir
Es una espiral decepcionante y peligrosa, gobernar a la china es muy cómodo, sobre todo si la población está acostumbrada a la sumisión

"La línea roja" de Matías Vallés (25/06/20)
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Palma
No soy sospechoso de participar en una Revetla, pero me duele que me la prohíban.
Máxime cuando detecto un peligroso espíritu inquisidor en los alcaldes y concejales que cerraron las playas en vísperas de Sant Joan.
No duele tanto la necesidad de prohibir como las ganas de prohibir.
Por desgracia, los gobernantes se sienten cada vez más a gusto con su recién estrenado poder de limitar indiscriminadamente la libertad de movimientos de los ciudadanos.
En las declaraciones de los concejales encargados del cierre, no se advertía la petición exhaustiva de perdón a los participantes en la fiesta.
Al contrario, estaban orgullosos de su capacidad de prohibir y de sancionar, de decidir a qué hora se acuestan sus conciudadanos que no súbditos.
Es una espiral decepcionante y peligrosa, gobernar a la china es muy cómodo, sobre todo si la población está acostumbrada a la sumisión.
Las ganas de prohibir son especialmente nocivas porque se dirigen contra una juventud a la que se trata como si fuera el enemigo.
Por lo visto, concejales treintañeros y cuarentañeros han olvidado fácilmente que un día tuvieron veinte años.
Los jóvenes son las víctimas por partida doble de una pandemia que no les afecta físicamente, porque se ha ensañado con las personas mayores.
Solo por eso se merecen un respeto, y menos prohibiciones.




