Sociedad
ENTRE ISLAS

El efecto boomerang del matonismo político

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Romper con el PSOE fue el gran error de Fernando Clavijo. El expresidente lo entendió demasiado tarde. No solo dinamitó puentes con un posible socio futuro, sino que se quedó aislado políticamente. Su experiencia dejó una lección básica para quien quiera aprenderla: la capacidad de conciliar apoyos en torno a una propuesta de gobierno es el gran valor de la política de hoy. Se gobierne una comunidad, una isla o una ciudad.

El mismo error está cometiendo el PSOE tinerfeño con su política de tierra quemada. El máximo exponente es Santa Cruz de Tenerife, una plaza difícil de ganar, que dejó noqueado a su principal rival político durante meses. Pero que en menos de un año de gobierno fue transformada en un fuerte desde el que ejercer el poder con las banderas del sectarismo y la descalificación.

Cuando un candidato o candidata lograr asumir la presidencia de cualquier institución deja de ser automáticamente el presidente o presidenta, alcalde o alcaldesa de sus votantes y su partido. Y pasa a serlo de todos y cada uno de los ciudadanos que viven en el territorio bajo su mando. No hacerlo es una falta de respeto, pero sobre todo implica serios riesgos. Utilizar la institución para seguir haciendo partidismo político, anteponiendo la ideología a cualquier otra prioridad, es un error de bulto. Y los errores en política se pagan caro. En algunos casos representan el principio del fin de una carrera en la vida pública. Tiempo al tiempo.

Lo grave de lo que sucede con la actual Alcaldía de Santa Cruz de Tenerife es que el PSOE perderá un bastión esencial. Una pica en Flandes en su particular batalla contra el nacionalismo de Coalición Canaria. Un triunfo tirado por la borda por un exceso. Por pura borrachera de poder. En nada tocará afrontar el mal cuerpo que deja la resaca.

Y es que además de llegar, hay que saber estar. Y con su majo y limpio, lo único que están consiguiendo los socialistas tinerfeños es poner palos en las ruedas de su propia carreta. Lo peor del matonismo político es ese, su efecto boomerang: siempre termina volviendo contra quien lo lanza.

 
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