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El Sporting echa el cierre a la fábrica de humo

La desesperante falta de gol del equipo y un penalti inexplicablemente no pitado dejan a los rojiblancos sin más objetivo a la vista que rubricar la permanencia

Pablo Pérez se lamenta en el terreno de juego / La Liga

Pablo Pérez se lamenta en el terreno de juego

Gijón

Si al Sporting solo le valía ganar para aspirar al sexto puesto (como si por ese objetivo dieran alguna medalla o garantizaran algún éxito), ya se puede decir que el equipo gijonés no aspira a nada en esta temporada desastrosa. No le ganó al Girona y ya solo un milagro absolutamente remoto le permitiría fijarse algún objetivo que no sea la mera permanencia, aún no cerrada matemáticamente pero más cercana tras el punto sumado este lunes. Si a la desesperante falta de olfato goleador de los rojiblancos se suma la inexplicable negativa de los colegiados a pitar penaltis evidentes como el cometido por Jordi Calavera sobre Damián Pérez se consigue la cuadratura del círculo. Al Sporting se le agotan las balas y se le apaga la calculadora: a falta de cuatro jornadas queda a cinco puntos del playoff y undécimo en la tabla. Más o menos en la media de su situación de toda la temporada.

Ya podía durar el partido tres días, que parecía claro que el Sporting no iba a ganar. De hecho, estaba claro que acabaría con empate a cero. Es el Sporting un equipo tan plano y tan previsible como los cambios de su entrenador. Puede jugar mejor o peor, con mayor o menor fluidez, pero su capacidad ofensiva es nula. Pretende el equipo gijonés acabar donde está el Girona de Stuani, un jugador que lleva casi tantos goles él (28) como toda la plantilla sportinguista (37). La comparativa con los delanteros rojiblancos es para reir por no llorar.

Ante los catalanes el Sporting tocó bien por momentos, con talento en mediocampo y posesiones largas, pero los defectos recurrentes pesan demasiado. Acabó el partido con un balance de tres tiros a puerta; ninguno de ellos llevó la firma de alguno de sus delanteros. En la primera parte solo hubo uno: un lanzamiento de falta de Murilo que superó la barrera y desbarató bien Riesgo. El portero catalán volvió a evitar un gol claro en un gran remate de cabeza de Javi Fuego.

Al Sporting no le sale nada. Es verdad que tampoco le ayudan factores externos. ¿Con qué criterio se puede no señalar penalti en el cabezazo de Jordi Calavera a Damián Pérez en la segunda parte? ¿No sería falta esa acción en el centro del campo? ¿Por qué no lo ve ni el árbitro que está en el campo ni el del VAR? ¿Por qué le concede Gorostegui Fernández la posesión al Girona? Protestó mucho esa acción el Sporting, como lo había hecho el Girona con una mano involuntaria de Javi Fuego en el área en la primera parte. Asunto delicado, toda vez que FIFA ha optado por eliminar la voluntariedad en ese tipo de acciones, aunque el brazo del poleso estaba muy cerca del cuerpo y él no hace nada por ir al balón, sino que rebota en él.

Hay cosas que se escapan de la órbita del Sporting. Las soluciones, como las responsabilidades, hay que buscarlas dentro. Los jugadores no dan el nivel y Djukic no ha logrado agitar el árbol lo suficiente. El serbio no es responsable de la mala plantilla configurada (gracias, Torrecilla), sin delanteros, laterales ni extremos fiables (de esto último, ni fiables ni no fiables hasta la llegada de Murilo). Tampoco de la mala gestión que de esa plantilla hizo José Alberto López, que lo pagó con el puesto. Sí del orden que ha logrado darle al equipo. Pero resulta insuficiente. Y es desesperante la incapacidad del actual entrenador para cambiar el guión del partido, para sorprender con algo diferente. Los cambios, los de siempre. Hombre por hombre, puesto por puesto. Se va un delantero, entra el otro. Se va un medio, entra otro. Se va Carmona, entra Pablo Pérez. Aunque no fuera garantía de nada, si un partido que era una final no lo acabas con todos tus delanteros en el campo, ¿cuándo lo vas a hacer?

Tema aparte es el mensaje a los canteranos. A la inmensa mayoría ni siquiera los pone a calentar, sentenciando un debate que ni se plantea. Solo Gaspar disfrutó ante el Girona de unos minutos. colgando una última falta que no encontró rematador.

El mejor del Sporting, hay que admitirlo, fue Mariño. Especialmente buena fue su interverción ante un balón sutilmente picado por Stuani desde la frontal del área. Cuando tu portero vuelve a ser el mejor del partido, el futuro parece escrito. El Sporting tiene que ponerle un monumento a su guardameta porque, de no ser por él, estaríamos hablando de otra cosa. Gracias a él, y a pesar de los demás, el Sporting no puede mirar mucho hacia arriba pero tampoco se ve abocado a mirar hacia abajo.

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 
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