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Rosario Pérez Villanueva

'Quejicas bajo el sol'

¿Recuerdan ustedes cuando eran pequeños, y en el colegio terminaba toda la clase castigada sin salir al patio porque unos cuantos habían alborotado más de la cuenta y la maestra no podía saber con certeza quiénes habían sido los culpables?

La Firma de Rosario Pérez: "Quejicas bajo el sol"

La Firma de Rosario Pérez: "Quejicas bajo el sol"

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Algeciras

¿Recuerdan ustedes cuando eran pequeños, y en el colegio terminaba toda la clase castigada sin salir al patio porque unos cuantos habían alborotado más de la cuenta y la maestra no podía saber con certeza quiénes habían sido los culpables? Es algo que luego, a lo largo de la vida, suele ocurrir en demasiadas ocasiones, y que se resume en esa manida frase que dice que siempre acaban pagando justos por pecadores.

Algo así es lo que pasa desde hace días en varias regiones de España y lo que, desde esta semana, una vez aprobado hoy por el Consejo de Gobierno, viviremos también en Andalucía: la mascarilla pasa a ser obligatoria en todos los espacios públicos, tanto cerrados como abiertos, y se anuncian multas para quienes pasen olímpicamente de cumplir las normas, empeñados en seguir comportándose como los niños malcriados de la clase.

Hay quienes dicen, y no les falta razón, que si caminas solo por la orilla de la playa, o por un sendero en el monte, y no te tropiezas con nadie, es mejor respirar aire puro que llevar la cara tapada para nada... Ya, sí, claro... El problema es que, desde que acabó la desescalada y comenzaron las calores, casi nadie camina en solitario por ninguna parte.

Cualquiera que salga a la calle, cualquiera que se haya intentado acercar a una playa aunque sea para plantar la toalla a varios kilómetros de la orilla, ha comprobado ya que hay una considerable cantidad de ciudadanos, muchos de ellos jóvenes que se creen inmortales, que no son capaces de respetar la distancia de seguridad.

O bien porque no saben distinguir 2 metros de 2 centímetros, o porque creen que los contagiados, y los muertos, que siguen saliendo en el telediario son de mentirijilla, o, simple y llanamente, porque son unos inconscientes que prefieren jugarse su salud y la de los suyos a la ruleta rusa con tal de que no les fastidien su veraneo de sombrillas amontonadas, chiringuito y botellón.

En fin, ya saben ustedes lo que tienen los niños malcriados: que se quejan por todo. Tal vez por eso hay tanta gente que anda todo el día quejándose de que la mascarilla es incómoda, que pica, que se resbala, que se empañan las gafas, que da calor... Vaya, una angustia.

Olvidan, esos mismos quejicas, que mucho más incómodo debe ser tener un tubo metido en la tráquea en la UCI del Punta Europa y aprender a vivir con las secuelas que te queden cuando salgas del hospital, si sales... O si es que salen ese familiar o ese amigo al que se lo has pegado tú, que tal vez tengas la suerte de pasar el virus como un simple resfriado, pero hayas condenado a otra persona a algo mucho más terrible. Y sólo porque no te dio la real gana, cuando aún estabas a tiempo, de ponerte la dichosa mascarilla.

 
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