El escritor Lorenzo Silva triunfa con su última novela "El mal de corcira"
Se trata de la novela más esperada de Bevilacqua que nos ahonda de nuevo en el pasado de la lucha contra ETA
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Valencia
Hemos hablado con el escritor Lorenzo Silva para conocer detalles de su ultima novela.
LA NOVELA
Un varón de mediana edad aparece desnudo y brutalmente asesinado en una solitaria playa de Formentera. Según varios testimonios recogidos por la Guardia Civil de las islas, en los días previos se lo había visto en compañía de distintos jóvenes en locales de ambiente gay de Ibiza. Cuando sus jefes llaman a Bevilacqua para que se ocupe de la investigación y lo informan de la peculiaridad del muerto, un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA, el subteniente comprenderá que no es un caso más.
Para tratar de esclarecer el crimen, y después de indagar sobre el terreno, Bevilacqua tendrá que trasladarse con su equipo a Guipúzcoa, el lugar de residencia del difunto, a una zona que conoce bien por su implicación casi treinta años atrás en la lucha antiterrorista.
Allí deberá vencer la desconfianza del entorno de la víctima y, sobre todo, lidiar con sus propios fantasmas del pasado, con lo que hizo y lo que dejó de hacer en una «guerra» entre conciudadanos, como la que veinticinco siglos atrás hubo en Corcira —hoy Corfú— y que Tucídides describió en toda su crudeza. Esos fantasmas lo conducirán a una incómoda pregunta que como ser humano y como investigador criminal le concierne inexcusablemente: ¿en qué medida nos conforma aquello contra lo que luchamos?
En la que es la décima novela de la serie, Lorenzo Silva nos presenta dos Bevilacquas. Por una parte un Bevilacqua sereno, subteniente, con un cierto bienestar en su pellejo, consciente de que cada vez va quedando menos tiempo y de que hasta los «marrones» son cada vez más valiosos: «No puedo dejar de morderlos, mientras me queden dientes». A estas alturas de la vida le exaspera más la insistencia estupidez humana en causar destrozos inútiles que la maldad propiamente. El Bevilacqua maduro de “El mal de Corcira” es un tipo que ha entendido muchas cosas y sabe lo que se puede arreglar y lo que no.
Pero lo que será todo un descubrimiento para los miles de seguidores de la serie es que descubrirám al Bevilacqua novato, sin vocación ni nada que se le parezca; un joven cuya inconsciencia lo ha llevado a presentarse voluntario para ir al País Vasco, donde tendrá que aprender a convivir con la sensación permanente de peligro y hostilidad. Allí, desde la primera línea de fuego, aprenderá de verdad de qué va su oficio en unas calles donde el miedo se corta con cuchillo.
EL ESCRITO
«Lorenzo Silva retrata a la Guardia Civil con un cuidado semejante al de Le Carré cuando escribe sobre el espionaje británico»
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
«Y luchando con todos los medios para imponerse sobre sus contrarios, se atrevieron a las acciones más terribles y llegaron mucho más lejos en la ejecución de sus venganzas, dado que no las infligían de acuerdo con la justicia ni con el interés de la ciudad, sino según los límites que fijaba su complacencia.»TUCÍDIDES, sobre la guerra civil en Corcira
EL AUTOR. Lorenzo Silva
«Hace veintidós años que tengo una deuda con los lectores: desde que se publicó El lejano país de los estanques, en cuyo capítulo 16 figura la primera alusión al paso de Bevilacqua por el Norte, es decir, por el País Vasco y la lucha contra ETA. Fue en La niebla y la doncella, publicada cuatro años después, cuando apareció la primera mención de un nombre, Intxaurrondo, que evoca como ningún otro esa época y esa historia, para quienes como Bevilacqua la vivieron en primera línea.
Diría que casi desde que tomé conciencia de que quería ser novelista pensé en abordar algún día en una novela este insoslayable asunto. La de la lucha contra ETA es una de las grandes historias de la España contemporánea: por su extensión, su intensidad, su significación, su culminación con éxito y sus zonas de sombra, propias de la dinámica de una organización clandestina que trata de provocar el fracaso del Estado y de la respuesta que desde el Estado recibe un desafío de esa naturaleza, con la duración y las proporciones que este llegó a alcanzar.
También me percaté en seguida de la dificultad del empeño. Allá por los noventa, cuando nace Bevilacqua como personaje literario, ETA sigue aún fuerte y la lucha contra ella está muy lejos de haber terminado: ni siquiera se vislumbra todavía la posibilidad de atajar su actividad. Acceder a una buena información sobre la lucha antiterrorista, con los matices y detalles que un novelista necesita, era muy difícil, por no decir imposible: la prudencia impide a quien enfrenta una amenaza que aún está presente dar demasiados pormenores de sus operaciones. Y por lo demás, la historia estaba a medias, aún viva: carecía por ello de la perspectiva que conviene tener sobre los acontecimientos a la hora de convertirlos en literatura.
Sin embargo, sabía que antes o después le hincaría el diente: confiaba en que algún día terminara la pesadilla, y cuando esa confianza me fallaba, me sostenía saber que mi tozudez no me permitiría dejar de procurarme cuanto hiciera falta para abordar un relato que tenía la necesidad de escribir. Así que ahí dejé colocado a Bevilacqua, cargando en su mochila una breve pero imborrable experiencia en Guipúzcoa y en la lucha antiterrorista, crucial para su carácter y para su biografía posterior. Esperaba que algún día estaría en condiciones de mostrar ese episodio en una novela; no sólo para ayudar a explicarle a él, sino también para ayudarme a mí mismo a dar interpretación narrativa a un fenómeno histórico y social que me ha acompañado desde el inicio de mi vida consciente hasta mi madurez.
El mal de Corcira, como pasa siempre en la serie de Bevilacqua y Chamorro, narra la investigación de una muerte. En este caso, el asesinato de un varón cuyo cadáver aparece en la isla de Formentera. Pero además, como es también marca de la casa, trata de contar algo más. En este caso la peripecia de quienes en nombre de la ley, y en defensa de los derechos de los ciudadanos que no suscribían el programa de aquella organización armada, asumieron la carga de enfrentarse a ella. También los argumentos, el carácter y el destino de quienes decidieron empuñar las armas, y las consecuencias que ese acto tuvo para ellos mismos, para sus familias y para tantos inocentes. La peculiar condición de la víctima del caso, un exmiembro de ETA, obliga a Bevilacqua a profundizar en aquel viaje que ya hizo de joven como agente del servicio de Información, para conocer mejor la tierra en la que le tocaba servir y a aquellos que alentaban el rencor y la hostilidad contra los suyos.
. Lo que vio y lo que meditó luego sobre esa experiencia, y lo que ve y medita al volver a la Euskadi de 2018, para tratar de esclarecer la muerte de uno de sus antiguos enemigos y ayudar a hacerle justicia, constituye el tejido de la novela. Quizá su mirada pueda servir para mostrar algunas de las partes siempre olvidadas y ocultas de esta historia. Como él suele decir, gracias a su padre uruguayo y su partida de nacimiento en Montevideo tiene la ventaja de no ser del todo de ningún sitio; de ver el mundo sin terminar nunca de asentarse sobre el suelo firme de una identidad demasiado definida.
Por mi parte, he intentado afrontar la deuda que tenía, con él, con quienes me leen y conmigo mismo. El resultado es la entrega más extensa y tal vez la más compleja de la serie. Confío en que eso lo perciban los lectores como un aliciente y no como una desventaja. En cierto modo, tienen aquí dos libros en uno. Pongamos que es también mi forma de intentar corresponderles, ahora que la saga llega a su décima novela, por tantas alegrías y por estas dos décadas largas de generosidad.»
Illescas, 9 de mayo de 2020
LA NOVELA
Un varón de mediana edad aparece desnudo y brutalmente asesinado en una solitaria playa de Formentera. Según varios testimonios recogidos por la Guardia Civil de las islas, en los días previos se lo había visto en compañía de distintos jóvenes en locales de ambiente gay de Ibiza. Cuando sus jefes llaman a Bevilacqua para que se ocupe de la investigación y lo informan de la peculiaridad del muerto, un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA, el subteniente comprenderá que no es un caso más.
Para tratar de esclarecer el crimen, y después de indagar sobre el terreno, Bevilacqua tendrá que trasladarse con su equipo a Guipúzcoa, el lugar de residencia del difunto, a una zona que conoce bien por su implicación casi treinta años atrás en la lucha antiterrorista.
Allí deberá vencer la desconfianza del entorno de la víctima y, sobre todo, lidiar con sus propios fantasmas del pasado, con lo que hizo y lo que dejó de hacer en una «guerra» entre conciudadanos, como la que veinticinco siglos atrás hubo en Corcira —hoy Corfú— y que Tucídides describió en toda su crudeza. Esos fantasmas lo conducirán a una incómoda pregunta que como ser humano y como investigador criminal le concierne inexcusablemente: ¿en qué medida nos conforma aquello contra lo que luchamos?
En la que es la décima novela de la serie, Lorenzo Silva nos presenta dos Bevilacquas. Por una parte un Bevilacqua sereno, subteniente, con un cierto bienestar en su pellejo, consciente de que cada vez va quedando menos tiempo y de que hasta los «marrones» son cada vez más valiosos: «No puedo dejar de morderlos, mientras me queden dientes». A estas alturas de la vida le exaspera más la insistencia estupidez humana en causar destrozos inútiles que la maldad propiamente. El Bevilacqua maduro de “El mal de Corcira” es un tipo que ha entendido muchas cosas y sabe lo que se puede arreglar y lo que no.
Pero lo que será todo un descubrimiento para los miles de seguidores de la serie es que descubrirám al Bevilacqua novato, sin vocación ni nada que se le parezca; un joven cuya inconsciencia lo ha llevado a presentarse voluntario para ir al País Vasco, donde tendrá que aprender a convivir con la sensación permanente de peligro y hostilidad. Allí, desde la primera línea de fuego, aprenderá de verdad de qué va su oficio en unas calles donde el miedo se corta con cuchillo.
«Como tantas otras veces en mi vida, antes y después, tenía la sensación de ser un verso suelto, un tipo más bien incoherente que acababa estando donde no pintaba demasiado, por razones que nunca era capaz de explicarse suficientemente. Allí me habían llamado la curiosidad y una vaga necesidad de aventura, pero cada noche, cuando hablaba por teléfono con mi aterrorizada madre, me asaltaban serias dudas acerca de mi cordura al ceder a ellas.»
Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito, entre otras, las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), La sustancia interior, El ángel oculto, El nombre de los nuestros, Carta blanca (Premio Primavera 2004), El blog del inquisidor, Niños feroces, Música para feos, Recordarán tu nombre y la «Trilogía de Getafe» (Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia, El cazador del desierto y La lluvia de París). Es autor de los libros de relatos El déspota adolescente y El hombre que destruía las ilusiones de los niños, del libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos y de Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil (Premio Algaba de Ensayo). Suya es también la serie policiaca protagonizada por los investigadores Bevilacqua y Chamorro, de la que El mal de Corcira es la última entrega, tras El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), La marca del meridiano (Premio Planeta 2012), Los cuerpos extraños (2014) y Lejos del corazón (2018), entre otras. Junto con Noemí Trujillo, firma una nueva serie policiaca que han iniciado con Si esto es una mujer.
Ana Mansergas
Redactora de Radio Valencia Cadena SER