A los trabajadores de hostelería
Kellys que me explicaban la elegancia de los escasos clientes de este año, y que depositaban serenamente la esperanza en el futuro sin dejar de trabajar con su ritmo frenético

"La línea roja" de Matías Vallés (07/09/20)
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Palma
La casualidad ha querido que este verano haya hablado con decenas de trabajadores de hostelería.
Sí, podría haber sido un ejercicio de masoquismo, pero su discurso ejemplar es lo más inteligente que he escuchado durante un confinamiento que todavía no se ha interrumpido, y en el que tanto nos han defraudado los intelectuales y los políticos.
Para empezar, no he escuchado ni una queja de los trabajadores de hostelería, por comparación con trabajadores de sueldos superiores que han encontrado en una pandemia la mejor excusa para tomarse dos años de vacaciones.
Como Rutger Hauer en ‘Blade Runner’, he visto a camareros que conocían al dedillo los porcentajes de ocupación de su hotel, los impactos de Boris Johnson y de Angela Merkel.
Kellys que me explicaban la elegancia de los escasos clientes de este año, y que depositaban serenamente la esperanza en el futuro sin dejar de trabajar con su ritmo frenético.
Recepcionistas cambiando reservas de septiembre porque su hotel cerraba en agosto, deshaciéndose en explicaciones a cada cliente.
No puede hablarse de optimismo, para qué engañarnos, pero los empleados mostraban mayor espíritu de lucha que sus propietarios.
De hecho, los hoteleros con visión de futuro, o sea, el hotelero con visión de futuro me aseguró que se había abierto más de un establecimiento por las ganas de sus trabajadores.
Se merecen un homenaje.




