Sin toro no hay fiesta
Un encierro sin fuerza ni fondo de Román Sorando desluce la vuelta de los toros a Baza con la presencia de Enrique Ponce, El Fandi y el extremeño Emilio de Justo
Baza
Dos horas y cuarenta minutos de festejo. Todo podría hacer presagiar que en Baza se vivió una gran tarde de toros, de esas que dejan huella en la indeleble memoria de la afición mientras sale toreando de los tendidos. Nada más lejos de la realidad. Había bullicio, algarabía pero por cuanto supone el protocolo social de una tarde de toros en Baza - bota de vino, bocadillo de magra y pachangueo en el cuerpo al son de España cañí – pero nada más.
Y es que cuando falta el toro todo carece de sentido. Ni emoción, ni entrega ni la vibración que, de verdad, se destila cuando un toro rompe humillando por abajo, devorando la muleta y planeando desde el embroque hasta el último trazo de la franela. Es difícil que todo eso curra si el motor de la Fiesta, que es el toro bravo, está gripado. Uno tras otro fueron saliendo los toros por el chiquero escavado en la roca de Plaza de toros de Baza y sin más gloria ni pena fueron pasando, en orden correlativo camino del desolladero.
“Ha sido un toro muy dulce”, espetaba uno de los tres espadas que se vistieron de oro en una tarde tan señalada. “Qué bueno ese toro, qué pena del viento…”, apostillaba otro. Un cúmulo de hueras palabras que tras el taurineo más proselitista pretendían esconder la verdad del fracaso ganadero.
Dos faenas tipo firmadas por Enrique Ponce dieron muestra del oficio del torero de Chiva. Medios muletazos, toreo auxiliar aprovechando las inercias de las medias embestidas y airosos remates que sirvieron para congraciar al público bastetano. No le hizo falta más para conseguir, también, el favor del palco que, con un pinchazo y un descabello, acabó cediendo y dejando asomar los pañuelos desde el balcón.
Los resortes de la afición de la provincia de Granada bien los conoce el torero de la tierra. David Fandila El Fandi manejó la situación gracias a los lucidos lances de recibo en sus dos ejemplares, al consabido espectáculo de banderillas y a los molientes y trincherazos del último tercio. Toreo ligado, en redondo, llevándose al animal embebido en la bamba de la muleta, una ensoñación para otras tardes. El Fandi más bullanguero y más de pueblo.
Desde el tuitendido, Iván Colomer, señalaba que todo aquello tenía que suceder para acabar viendo a Emilio de Justo. Un torero vestido de torero. El mejor vestido del escalafón desde los tiempos de Uceda Leal. Un torero que solo por verle encajar los riñones para estirarse a la verónica ya merece la pena hacer kilómetros. Quiso, como sus compañeros, intentar lucirse pero todo fueron aguas de borrajas. No hubo pozo del que sacar agua… pero qué dos espadazos recetó. Nadie se atrevió al ya manido ¡No lo mates! – que sí sonó, aunque anecdóticamente ante el cuarto y el quinto – y es que cualquiera renuncia a ver a De Justo ejecutar con tal pureza la suerte suprema.
Ficha del festejo
Plaza de toros de Baza. Media plaza dentro del aforo permitido.
Seis toros de Román Sorando, justos de presentación y algunos sospechosos de pitones; sin fuerza ni raza; manso en el caballo el 5º.
Enrique Ponce (turquesa y oro): estocada baja (oreja) y pinchazo trasero y un descabello (dos orejas).
El Fandi (berenjena y oro): estocada caía y un descabello (oreja) y estocada contraria (dos orejas)
Emilio de Justo (catafalco y oro): estoconazo (oreja) y estocada perpendicular y cuatro descabellos (saludos)