Carlos Cánovas, Príncipe de Viana
El fotógrafo nacido en Hellín y criado en Pamplona recibe en Olite el galardón que otorga el Gobierno de navarra
Pamplona
El fotógrafo Carlos Cánovas, Premio Príncipe de Viana 2020, ha dedicado el galardón a su familia, especialmente a su mujer "porque gracias a que siempre está ahí yo puedo hoy estar aquí", y ha definido la fotografía como "una forma de vida
Cánovas ha recibido este sábado el galardón de manos de la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, en un acto que ha tenido lugar en el Convento de los Franciscano, en Olite. La ceremonia ha comenzado con la interpretación del Himno de Navarra a cargo de un quinteto de metales de la Orquesta Sinfónica de Navarra, que se ha encargado de los diferentes momentos musicales del evento.
El acto, ha contado con la asistencia del presidente del Parlamento, Unai Hualde; la alcaldesa de Olite, Maite Garbayo; y la consejera de Cultura y Deporte, Rebeca Esnaola, presidenta además del Consejo Navarro de la Cultura y las Artes. A la ceremonia han acudido el delegado del Gobierno, José Luis Arasti; buena parte del Gobierno foral, y representantes del Parlamento navarro, además de la presidenta de la Cámara de Comptos, Asun Olaechea.
Cánovas ha estado respaldado por varios familiares, entre ellos su mujer, Juana Arlegui, y representantes del mundo de la cultura, como Javier Torrens, arquitecto y presidente del Ateneo Navarro, entidad que propuso la candidatura de Cánovas.
La primera intervención ha corrido a cargo de Javier Torrens, presidente del Ateneo Navarro, quien ha calificado al premiado como "el maestro de la fotografía, de fotógrafos y de todos nosotros, y sobre todo un artista querido y admirado, un profesional que ha desarrollado todas las facetas de este arte".
Cánovas es, ha destacado, "un artista trabajador, constante, tenaz, que con la inestimable ayuda de su mujer ha sabido desarrollar una clara visión de la fotografía como arte" con la meta de "la perfección que él mismo afirma que le resulta inalcanzable pero que los demás creemos que habitualmente lo consigue".
Tras recibir el Premio Príncipe de Viana, y tras un prolongado aplauso por parte de todos los asistentes, Carlos Cánovas ha agradecido el galardón a la Comunidad foral "que me ha permitido alcanzar un premio con el que no me hubiese atrevido a soñar", así como al Ateneo, al Consejo Navarro de las Artes, a sus amigos, a los responsables de centros de artes, museos y alumnos "que siempre han confiado en mí más que yo mismo".
También ha tenido palabras de agradecimiento para su familia: sus padres "que no están pero están", a sus hijos y hermanos. Pero sobre todo para su mujer, "la inseparable compañera y amiga, porque gracias a que siempre está ahí yo puedo hoy estar aquí. Tu sabes Juana que este premio es de los dos y para los dos".
Carlos Cánovas ha afirmado que "ser fotógrafo es descubrir y construir ese universo propio y dar luz sobre él y desde él", lo que supone "descubrir, hacer, revelar, que son los verdaderos verbos de quienes nos dedicamos a la fotografía". Asimismo, ha señalado que "para mí, hacer fotografías es una de las mejores expresiones de la alegría de vivir: recorrer caminos y lugares en los que siento que soy, llevar de cada instante y escenario aquello que prefiero conservar, no necesariamente lo mas bello", lugares que "despertarán memorias y sentimientos".
Ha recordado que en 1972, "tomé la decisión de comprar mi primera cámara seria durante los Encuentros de Pamplona" donde "la fotografía fue la gran olvidada". "Mis conocimientos se reducían a elementales cuestiones químicas que mi padre me enseñó siendo un niño", ha destacado Cánovas, que ha explicado que "las influencias en aquel país predemocrático iban desde la estética trasnochada de salones y concursos a reportajes tradicionales de una España negra o, al menos, muy oscura".
Según ha indicado, decidió "abandonar ese universo que me venía impuesto de paisajes de calendario y momentos decisivos, yo quería que mi mundo se pareciese mucho más al de la poesía intima que al relato social". "Así que empecé a buscar donde otros parecían no querer: frente al centro las afueras, frente a esplendorosos bodegones la planta abandonada en un rincón". "La mirada lenta, sosegada, cargada de tiempo", ha descrito.
"Se dice que la poesía va implícita en el acto fotográfico", pero "eso sirve de poco si no hay una voluntad inequívoca y apasionada que, desde el deseo de poetizar, permita convertir en imagen lo que no es y sea algo más de lo que muestra", ha expresado.
Cánovas ha explicado que no quiere que se obra ""sea sólo el quehacer de un profesional; acepto lo que hay de patético en la certeza de que nunca alcanzaré la imagen deseada de algo, asumo estar condenado a intentarlo una y otra vez desde las convicciones que he ido tallando a lo largo de los años".
"Mi fotografía quiere establecer un soliloquio con la historia del medio fotográfico porque no hay ideas que salen de la nada, todo nace de algo" pero también es importante, ha resaltado, el diálogo "que uno debe mantener con su propia obra". "Me gustaría que mis fotografías reflejasen una pausada y honesta relación con lo que me rodea, con mi universo", ha añadido.
"Las fotografías, frágiles papeles o volátiles pantallas, nos continuan pidiendo más que nunca luz y tiempo, porque sin luz no son, porque sin tiempo no tienen razón de ser", ha manifestado.
El premiado ha definido la sociedad "dónde queremos situarnos en una civilización de la imagen que ya está aquí". "Con nuestros poderes públicos a la cabeza, tenemos todos una enorme responsabilidad, quizá no es demasiado tarde", ha señalado.