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'La fama es vapor', por Pepe Belmonte

Escucha aquí el comentario de opinión semanal para el programa Hoy por Hoy Murcia del catedrático de Literatura de la UMU, Pepe Belmonte

Carlos Alcaraz es TOP-200 de la ATP / Foto: @alcarazcarlos03

Murcia

El caso de Carlos Alcaraz, es decir, el joven tenista murciano, nacido en El Palmar –como el rector de la Universidad de Murcia José Luján- hace 17 años, nos debería hacer reflexionar a todos.

Hace unas semanas, cuando fue capaz de encadenar varias victorias seguidas y encaramarse a un puesto importante entre los tenistas profesionales de todo el mundo, este muchacho, que es el mejor sub 19 de todo el circuito, fue aclamado, vitoreado y aplaudido no sólo en la Región de Murcia, sino también en el conjunto de la prensa nacional, que no dudó a la hora de hablar de un más que probable sucesor de nada menos que Rafael Nadal, el mejor tenista español de todos los tiempos: “Un nuevo prodigio –leíamos, por ejemplo, en las páginas de El Mundo- que huye de la sombra de Nadal”.

El joven de El Palmar estaba confuso, como perdido en medio de un sueño. En sus declaraciones se le notaba su falta de experiencia ante una docena de micrófonos que le agobiaban, que le cortaban la respiración.

Los adjetivos sobre su juego, sobre su técnica, sobre los golpes que propinaba con la raqueta en la pista, eran descomunales, como si acabara de cuajar una perla y se hallara ya en estado puro.

Muy poco después, hace tan sólo unos días, Carlos Alcaraz, que es discípulo de Juan Carlos Ferrero, perdía en la ronda previa de Roland Garros ante un australiano de 24 años llamado Aleksandar Vukic.

Y de nuevo volvió el silencio. Y las aguas retornaron a su cauce. Las palmaditas en la espalda fueron menos contundentes y los medios de comunicación bajaron de la nube y se dieron cuenta de que el zagal es mortal, como el propio César a pesar de ser Dios, y que habrá que tener paciencia y dejarlo que crezca, mental y físicamente, sin someterlo a tales presiones.

El genial Ramón Gómez de la Serna, el inventor de las greguerías, llamaba al exceso de fama “difamación”. A lo que el escritor norteamericano Mark Twain añadía: “La fama es vapor. La popularidad, un accidente. La única certeza es el olvido”.

 
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