El entierro de los sin nombre
Este fin de semana se daba sepultura en la más estricta intimidad a los 15 migrantes que fueron rescatados sin vida el pasado 20 de agosto en un cayuco a la deriva cuando se dirigían a Canarias
La imposibilidad de conocer su identidad ha obligado a que sean enterrados en nichos sin nombre
El impacto de esta tragedia en los voluntarios de Cruz Roja ha supuesto que "dejen de comer carne"
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Canarias
Fallecieron de hambre y de sed en su intento de llegar a Canarias a bordo de un cayuco y llevaban en torno a 10 días sin vida cuando por casualidad el 20 de agosto un avión de Salvamento Marítimo los encontró a la deriva en medio del Océano. Es lo único que se conoce, gracias a la autopsia, de los 15 varones subsaharianos que este domingo recibieron sepultura en el cementerio de Agüimes, porque no se sabe ni quiénes eran, ni cómo se llamaban, ni de dónde procedían, a pesar de que las ONG han intentado averiguarlo.
En la más estricta intimidad, y en un acto oficiado por el párroco Miguel Antonio Lantigua, se dio sepultura a los migrantes en unos nichos únicamente identificados por un número. Es la cara más dura del drama migratorio, aquellos que fallecen en el intento de alcanzar suelo europeo a bordo de embarcaciones irregulares y que quedan en el olvido inhumados con una simple cifra desperdigados por los cementerios.
El acto contó con una pequeña comitiva en la que estuvo presente el diputado del PSOE en el Congreso, Luc André Diouf, y también el secretario de la Federación de Asociaciones Africanas de Canarias, Teodoro Bondyale. Este último ha contado en Hoy por Hoy El Drago el impacto que supuso para los voluntarios de Cruz Roja intervenir en una de las tragedias más duras que se recuerdan en la ruta canaria. Según Bondyale, "no pueden comer carne" desde que estuvieron presentes en el desembarco de los cadáveres en el puerto de Arinaga. "La sensación que tuvieron de ver los cuerpos de personas jóvenes en pleno proceso de putrefacción y salados por el mar fue horrible para ellos", añade.
Tal y como recuerda Bondyale, lo habitual es que la mayor parte de los migrantes que perecen en el mar a bordo de las pateras que llevan más de 30 años llegando a España sean enterrados sin nombre y con la fecha del naufragio en nichos. Sin embargo, hace algo más de un año ocurría algo casi excepcional. En Gran Canaria también se daba sepultura a Séphora, la bebé de poco más de un año que se ahogó en el mar en 2019 cuando durante el desembarco de la patera se soltó del pañuelo en en que la tenía su madre atada a la espalda. En esa ocasión, gracias al trabajo de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), su madre Ruth pudo despedirse de ella con una lápida en la que podrá leerse su nombre para siempre.
La reactivación de la ruta canaria, una de las más mortíferas, lleva aparejada el incremento de naufragios. Según las ONG, en la travesía que une las costas africanas con las Islas muere una de cada 20 personas a bordo de pateras. Y en lo que llevamos de año, y según datos oficiales de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) -siempre incompletos-, 247 personas han fallecido en el intento de llegar a Europa usando esta ruta. La cifra podría incrementarse si se localiza al casi centenar de personas que salieron el miércoles y el jueves pasado desde Dajla y El Aaiún a bordo de dos pateras con destino a Canarias. Entre los ocupantes hay 14 mujeres y 4 niños, tal y como aseguran a la SER desde la ONG Caminando Fronteras.
La misa funeral en recuerdo a las 15 víctimas del último naufragio documentado en aguas canarias será este miércoles en la Iglesia de San Sebastián de Agüimes después de que el Ayuntamiento se haya hecho cargo, como ya ha hecho en anteriores ocasiones, con los gastos del sepelio.