Una mona vestida de seda

Jerez de la Frontera

Vivimos el momento culminante de un desastre.

Hay quienes miran hacia otro lado, quienes se enrocan en el fanatismo cegador de unas siglas, incluso hay oportunistas que ahora ensalzan exactamente lo mismo que antes denostaban.

Pero el desastre sigue ahí.

Y si bien la pandemia pasará, espero que pronto, algunos vicios inyectados en esta etapa de confusión, me temo, van a permanecer. Es más, creo que se van a insertar en nuestro paisaje diario como un ingrediente de naturalidad.

El más preocupante es la normalización de la mentira.

La mentira, o el engaño, es el síntoma más nocivo de salud democrática. Se trata, nada más y nada menos, que de sustituir la libre y responsable voluntad popular, la facultad de elegir nuestro destino, por una hábil y torticera maniobra de engatusamiento, o lo que es lo mismo, de convertir las patrañas en verdades por omnipresencia.

Esto, de verificarse, y cada uno en nuestro interior estamos a tiempo de evitarlo, transformará paso a paso, milímetro a milímetro, la democracia en una dictadura disfrazada.

En una mona vestida de seda.