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Teatro

Historia de una revolución

El FIT acoge con 'Granma' un arrebatador recorrido intergeneracional por la Cuba de los últimos 60 años

Escena de "Granma: Metales de Cuba", representada en el Teatro Falla durante el FIT / Granma

Cádiz

Siempre los relatos de los abuelos han parecido los más fabulosos. Quien haya tenido la suerte de disfrutarlos se habrá podido quedar embobado escuchando sus historias de jóvenes, que, por el tiempo transcurrido, están lo suficientemente cerca y lejos en el tiempo para ser veraces y leyenda simultáneamente. Hay mucho de esto, del tierno recuerdo al pasado que otorgan los abuelos, en Granma, metales de Cuba, la obra del colectivo Rimini Protokoll, bajo dirección de Stefan Kaegi, que ha llegado al Teatro Falla, dentro del Festival Iberoamericano de Teatro. Pero es mucho más. Es un potente ejercicio de compromiso político, un repaso severo sobre la historia de un país, y un arrebatador esfuerzo teatral de hábiles recursos que convence en forma y fondo.

Granma pone en escena a cuatro jóvenes cubanos. Milagro, Daniel, Cristian y Diana. Los cuatro son nietos de otros tantos cubanos que vivieron como protagonistas, unos más directos, otros más directos, pero los cuatro en primera persona, la revolución de Cuba. Granma alude al barco en el que viajaron los líderes revolucionarios, también fue un periódico y también es abuela en inglés. Es una historia cosida a retales y esa metáfora está continuamente presente en escena con una máquina de coser, que perteneció a la abuela de Milagro, que es la que permite avanzar año y año en este ejercicio de memoria histórica cubana, que es redentor, salvador, crítico, y catártico. "La historia no la hacen solo los líderes, sino que la historia de un país la hacen los que la vivieron", dice uno de los personajes.

Los cuatro actores se interpretan a sí mismos, son ellos los que cuentan las historias de sus abuelos. Mllagro, profesora de historia, tuvo una abuela costurera y revolucionaria de base. El abuelo de Daniel fue Faustino Pérez, quien llegó a ser ministro tras la revolución, aunque después vilipendiado por Castro. El abuelo de Cristian fue militar cubano en la guerra de Angola. Y el de Diana, fue músico en la Orquesta Maravillas de Florida. Sus relatos están contados por los jóvenes, aunque proyecciones audiovisuales permiten escuchar también a los abuelos, que dejan algunos de los momentos más emocionantes y sensibles de la obra.

El trabajo de los actores es certero. Su relato suena sincero, convincente y profundo. A veces, exhiben deliberadamente las costuras de la obra. Diana llora por la reciente pérdida de su abuela. Se dirigen a sus familiares desde el cariño, la admiración, el respeto. Son contundentes en su visión crítica de Europa, el resto de América y su propio país. Interpelan al público, al que le dan una curiosa misión. Batear los lastres del pasado de Cuba como se hace en el béisbol, el deporte por antonomasia de la isla. Encuentran de lanzadores en el público del Falla a un joven con una sudadera del Open Arms, o una mujer de Letonia.

Granma es un derroche de buen teatro contemporáneo, de cómo usar todas las herramientas posibles sabiamente: las proyecciones en pantalla, los recursos de la luz, la utilización de la música, un sonido impecable, la potencia del relato hablado. Todo funciona. Hay solvencia técnica en un proyecto de enorme calado.

Y, si en la forma todo encaja, la obra deja un poso profundo de reflexión sobre la historia de Cuba y, en el fondo, de cada país. ¿Quiénes fuimos en un momento clave de nuestra historia? ¿Quiénes somos ahora? Los nietos escuchan a sus abuelos en un relato aparentemente condescendiente sobre la revolución cubana, pero que también deja caer sus debilidades, el hambre, la falta de viviendas, la corrupción, los salarios indignos, el peso del bloqueo sobre la isla... Y lanza una mirada sobre el futuro, actualizada por la inquietud por la pandemia. "¿Qué papel les corresponde ahora a ellos? ¿Cómo pueden ser protagonistas de la historia como lo fueron sus abuelos?", se preguntan mientras avanzan por una carretera sin final.

Tras la revolución cubana muchas casas se levantaron en la isla mediante la fórmula de la microbrigada. Un experto en construir edificios explicaba a otros que no tenían ni el más mínimo conocimiento cómo hacer sus propias viviendas. Y así se levantaron los hogares de muchos cubanos. Y esa es la fórmula en la que los cuatro actores aprendieron trombón para esta obra, los metales a los que alude el título. Tocar con armonía, fabricar viento a compás, soplar para hacer una melodía. Tomar el trombón para poner ellos mismos la música a sus vidas.

Pedro Espinosa

Pedro Espinosa

En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...

 
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