Abandonen toda esperanza

Alcoi

Algo importante ha pasado en Alcoy para que un Ayuntamiento anuncie como un logro la habilitación de grandes áreas de aparcamiento en los solares vacíos del casco histórico. La medida, anunciada hace unas semanas, tiene dos interpretaciones contrapuestas. Para unos, estamos ante un gag de humor negro, que demuestra la incapacidad del gobierno municipal para recuperar las zonas más deterioradas del centro de la ciudad. Y para otros, la decisión de asfaltar y pintar unas rayas en los terrenos que ocuparon las casas de nuestros antepasados es simplemente un ejercicio de realismo y de espíritu práctico.

La conversión de los terrenos abandonados en espacios para que colocar coches es una iniciativa que se está desarrollando lenta pero inexorablemente en los últimos años y a la que han recurrido gobiernos de todos los colores políticos. Esta acción urbanística se basa en el viejo axioma de hacer de la necesidad virtud y le lanza a la ciudadanía un mensaje claro: aquí, no hay nada que hacer; amplias zonas de barrios como la Verge María, Algezares o el Partidor han pasado a la Historia y ni siquiera podemos soñar en la posibilidad de una resurrección.

Alcoy se consolida como una ciudad donut: con una periferia muy activa y con un inmenso agujero en el centro. Tras el sueño frustrado del Plan ARA de Sanus, han pasado más de treinta años y nadie ha sido capaz de esbozar una alternativa sólida para recuperar el corazón de nuestro casco urbano. Vale la pena subrayar un dato importante: no ha existido ni la más mínima presión social de una ciudadanía que ha visto desde la indiferencia más absoluta cómo se iban cayendo nuestras calles más viejas y cómo desaparecía hasta el más mínimo resto de vida de los lugares en los que vivieron nuestros padres y nuestros abuelos.

A la vista de este panorama, nos daríamos con un canto en los dientes por conservar y revitalizar lo poco valioso que queda en pie. El resto son batallitas nostálgicas para contarles a nuestros nietos y material de guerra para que los políticos se enzarcen en debates tan prescindibles como estériles.