La pandemia y la estupidez humana

Palencia

Existe un virus mucho más peligroso que el Covid-19. No es otro que la estupidez humana. Ambos se alían en ocasiones para propiciar un componente explosivo con consecuencias difíciles de predecir. Un ejemplo palmario lo hemos tenido esta semana. Seis jóvenes estaban reunidos de madrugada en un local de Palencia en condiciones insalubres. Seis imbéciles habría que decir. Media docena de descerebrados que entre todos no juntan una neurona. A lo mejor con una multita de 3.000 euros a cada uno y trabajados para la comunidad, se me ocurre, lo podían arreglar. Qué se puede esperar de unos tipos que tenían una catana y una navaja de puño.

A mí no me cabe duda de que individuos como estos, o los 140 jóvenes que hubo que desalojar en el parque Isla Dos Aguas o el hostelero de la calle Magisterio que incumple la norma sanitaria sistemáticamente, incurren en un delito contra la salud pública. Contra estos necios, egoístas y piratas, mano dura. Sanciones contundentes y lo que se tercie. Hasta que aprendan, aunque dudo de que tipos de esa calaña tengan capacidad de aprendizaje

En medio de la 'criminalización' a la que se somete a la hostelería y a otros sectores que en líneas generales cumplían la normativa sanitaria, cada fin de semana se suceden los botellones, las fiestas privadas en pisos y locales y otras actitudes deleznables. Aparte de encuentros privados y familiares que se saltan las reglas. ¿Quién dijo que de la pandemia íbamos a salir mejores? Algunos nunca podrán ser mejores porque carecen de capacidad de empatía. Hay gente que trae la maldad de serie. ¿Qué se puede pensar de aquellos que se saltan las normas Covid sin ni siquiera plantearse que pueden contagiar a sus padres, abuelos u otros parientes y amigos?

Señoras, señores. Esto es una amenaza colectiva.Sólo hay una forma de luchar contra ella desde el punto de vista ciudadano y no es otra que la responsabilidad. De lo contrario, seremos un eslabón más en la cadena de contagios. Pedimos mayor eficacia en la gestión política y sanitaria. Pero la pregunta está también en qué hacemos nosotros para evitar la propagación. Las Navidades están a la vuelta de la esquina,. Este año toca renunciar al formato convencional. Serán unas Navidades de convivientes. No recuerdo donde leí recientemente un editorial de que estamos en un momento en el que los deberes se imponen a los derechos. Totalmente de acuerdo. A veces somos muy de derechos, pero poco de deberes.

Cuando descubro comportamientos incívicos, egoístas e insolidarios en el parte de sucesos diario, me cuesta encajar la falta de solidaridad intergeneracional en la que estamos inmersos. A sabiendas de que nuestros mayores son los más frágiles, los que más se ven sometidos al riesgo de contagiarse, hay jóvenes y otros no tan jóvenes, que siguen participando en fiestas particulares o botellones. Es difícil pedir solidaridad a quien ni siquiera tiene cerebro ni corazón.