El Sporting sale vivo de un recital de desdichas

Gijón

Frustración, rabia, esperanza, indignación, alivio, agonía, incredulidad y, finalmente, alegría. El sportinguismo pasó por todos los estados de ánimo posibles durante el loco partido contra el Rayo Vallecano, en el que el Sporting sumó un valiosísimo punto, dadas las circunstancias. Contra todos los elementos, el gen competitivo del equipo de David Gallego acabó imponiéndose y sirviendo para salvar un punto, que peligró cuando en el minuto 97 Ais Reig heló el corazón de los sportinguistas inventándose un penalti por una inexistente mano de Javi Fuego en el área. No importaba lo que hiciera Mariño, porque el partido estaba perdido: la expulsión del poleso hubiera supuesto que el Sporting incurriera en alineación indebida, al quedarse solo con seis jugadores del primer equipo en el campo. A veces (y solo a veces) hay que dar las gracias por la existencia del VAR, que sirve para hacer justicia; en este caso no solo por la acción, sino porque el Sporting no merecía ese castigo en un partido en el que, quizás con menos brillantez que otras veces pero con mucho esfuerzo, había ido librando todas las batallas posibles.

El Sporting supo sobreponerse (al menos en parte) a su falta de puntería, a la ausencia de Manu García, a la triste lesión de Nacho Méndez (que posiblemente acuse la rara pretemporada que le hicieron vivir), a la absurda pero merecida expulsión de Carmona, a los dos goles anulados al Rayo Vallecano y ese clamoroso error arbitral de Ais Reig corregido por Varón Aceitón desde la sala VOR.

Como Manu García solo hay uno (y estos días está en Marbella con la sub 21) David Gallego no le buscó un recambio individual sino más bien una solución coral. Adelantó la posición de Pedro Díaz, con Javi Fuego y Gragera como guardaespaldas, completando el póker de centrocampistas con Nacho Méndez, que partía puntualmente desde la banda derecha pero se convertía en uno más a la hora de asociarse y crear fútbol en la zona ancha. El equipo hizo un trabajo encomiable, aunque es evidente que el hueco de Manu García es dificil de cubrir, como lo es de Messi en el Barça o el de Sergio Ramos en el Madrid. Las estrellas de los equipos lo son por algo.

A falta de su jugador más talentoso, el Sporting fue sobre todo un equipo currante. Presionó de forma asfixiante, trabajó sin descanso y supo robarle el balón a un rival tendente a tenerlo como el Rayo Vallecano. Mientras el partido fue 'normal' el Sporting generó más fútbol y tuvo más aproximaciones al área que su rival, que apenas inquietaba, salvo a balón parado. Pero los rojiblancos no era capaces de generar peligro. Le faltaba último pase, un balón al hueco, rapidez mental, capacidad de sorprender. Le faltaba, en definitiva, Manu García. Pedro Díaz o Nacho Méndez son dos buenos futbolistas pero no tienen eso que tiene Manu.

El peligro del Sporting en la primera parte se limitó a un par de disparos de Aitor García, obsesionado (para desesperación de Djurjdevic) en meter un gol desde su casa pero con el punto de mira pendiente de afinarse. También pasó un susto el Rayo cuando un balón parado botado por Nacho Méndez desde el costado izquierdo se paseó por delante de su portería.

Le faltaba atinar al Sporting en ataque pero en defensa funcionaba bien, como casi siempre. Brillaba especialmente Guille Rosas, un lateral derecho como hace tiempo no se ve uno en El Molinón; todo talento y descaro. Sin desmerecer a Borja López, atento y contundente, recuperado como pilar ya crucial de este Sporting formando tándem con Babin.

Segunda parte de locura

El primer tiro a puerta del Sporting (y del partido) llegó en la primera acción de la segunda parte. Aún resonaba el eco del pitido del árbitro cuando Djurdjevic lanzó un derechazo desde muy lejos, tras bajar con el pecho un pase medido de Babin. Al serbio le salió un disparo duro, pero demasiado centrado. Dimitrievski no tuvo problemas para atajar.

Empezó a encontrar el Sporting un filón en la banda derecha del Rayo. Los García, Aitor y Saúl, le sacaron los colores a Velázquez, que veía como los rojiblancos llegaban constantemente hasta la línea de fondo, lo que propiciaba jugadas peligrosas. Por ahí llegaría precisamente el gol rojiblanco, aunque antes de eso hubo varios sustos.

En el minuto 55 hubo que cambiar de planes. Una lesión muscular obligó a retirarse a Nacho Méndez entre lágrimas, desconsolado. ¿Relación causa-efecto con el trato que recibió en pretemporada? Nunca lo sabremos. Apostó David Gallego por darle la oportunidad a Carmona, que la desaprovechó. Una absurda patada con los tacos por delante, en una zona sin peligro, supuso que el mallorquín abandonara el campo solo diez minutos después de haber entrado.

El Rayo se vino arriba. Dos veces batió a Mariño, sin éxito. Ais Reig anuló el primer gol por una mano clarísima de Catena; en el segundo vio una falta más dudosa sobre Babin.

Y fue curiosamente al quedarse con diez, y obviamente a la contra, cuando el Sporting logró ventaja. Javi Fuego le dio un pase con escuadra y cartabón a Aitor García, que se pegó una galopada hasta la línea de fondo y sacó un centro que, buscando a Pedro Díaz, se encontró a Fran García, que involuntariamente batía a su propio portero.

Quedaban quince minutos más el descuento, demasiado tiempo para defender la ventaja contra un equipo que apretó. Tanto que en el minuto 86 Andrés Martín marcó un golazo aprovechando un rechace. Hubo que sufrir hasta el final, con el susto del penalti incluido, para celebrar un punto que, dadas las circunstancias, sabe a victoria. El día que no puede ganar, un equipo que acaba arriba al menos empata.