Cada campeón mundial nos compromete
No podemos defraudar a nuestros numerosos visitantes, que ahora esperan encontrar en cada balear a un Mir, un Llull, un Rudy o un Lorenzo

"La línea roja" de Matías Vallés (17/11/20)
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Palma
Casi no nos dio tiempo a comentar que teníamos otro inesperado campeón mundial en puertas, y ya Joan Mir se proclamaba el mejor motorista del planeta.
Deberíamos felicitarnos como sociedad de las cada vez más frecuentes victorias en la arena deportiva.
Sin embargo, los motivos de alegría son también sirenas de alarma.
Cada nuevo campeón mundial, y llevamos ya una docena, nos compromete.
La ferocidad competitiva de nuestros deportistas nos obliga a estar a la altura, o por lo menos a intentarlo.
Hemos dejado de ser el archipiélago pacífico y acogedor, para convertirnos en la cuna de luchadores que no se arrugan en las competiciones mundiales y que descabezan a mitos consagrados como Federer o Valentino Rossi.
No todos estamos preparados para ofrecer esta imagen de sacrificio, cuando el gimnasio es para la mayoría un lugar al que siempre encuentras una excusa para no visitar.
No podemos defraudar a nuestros numerosos visitantes, que ahora esperan encontrar en cada balear a un Mir, un Llull, un Rudy o un Lorenzo.
Si no estamos a la altura, surgirá la duda temible:
¿Seguro que Rafael Nadal es mallorquín?




