La felicidad lograda
"La felicidad lograda". Firma de opinión de Eva Puche. Hoy por hoy Córdoba
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Córdoba
Hace unos años tuve la suerte de conocer a Petra, una mamá del cole de mis hijos. Era una mujer alegre, hacía bromas y nos reíamos. A mí me encantaba esa sonrisa con la que siempre te recibía. Te alegraba el día. Se la veía contenta y feliz. Es por eso que me acerqué a ella.
Tenía dos trabajos, una hipoteca, dos hijos. En unas cuantas tardes de parque nos hicimos amigas.
Era feliz porque su marido, el padre de sus dos hijos estaba en la cárcel. Ahora se sentía libre. La pesadilla había acabado, o eso creía ella.
Pasaron los meses y se cumplió el año de condena por malos tratos. El tipo salió. A Petra se le cambió el gesto. En el parque, se le helaba la sangre cada vez que perdía de vista a alguno de sus hijos.
Se acabaron nuestras conversaciones banales. Dejó de estar presente. Su mirada y su atención estaban siempre unos metros más allá, a derecha y a izquierda, y las espaldas siempre cubiertas. Y la vista puesta permanentemente en dos cuerpecitos de 7 y 9 años que no se separaban de ella ni tres metros.
Yo odiaba a su marido. No era capaz de comprender tanta injusticia. El tipo no había dado señales de vida, pero ella vivía en un estado continuo de terror. Yo maquinaba cómo contratar a un asesino a sueldo, y pis pas! Se acabó el problema.
A veces nos reíamos, -menudas asesinas-, se nos ocurrían mil maneras de matarlo. Esas veces nos juntábamos en mi casa. Un lugar seguro. Estaba claro, para que Petra y sus hijos fueran felices este tipo tenía que desaparecer del mapa.
Pero la vida que siempre nos sorprende, le hizo un regalo. Sorprendentemente el tipo había encontrado a Dios. Un par de juicios y una pensión que nunca pagó y un régimen de visitas que, por suerte, tampoco cumplió.
Mi valiente Petra hoy vuelve a sonreír, igualita. Hoy tiene tres hijos, un trabajo y señor en su salón muy simpático.