De gimnasio a UCI: así fue la transformación de un espacio por el COVID-19 en el mayor hospital de Asturias

Asturias

Asturias vivió el punto más crítico de la pandemia a finales del pasado mes de octubre. Un momento en el que las unidades cuidados intensivos se llenaban de pacientes de COVID-19 y donde hubo que trazar una estrategia para habilitar nuevos espacios. "La situación de virulencia en esta segunda ola era excepcional y veíamos que con lo que habíamos ampliado y a la velocidad que crecían los ingresos no era suficiente". Lo cuenta Josu Jiménez,  jefe de Ingeniería y Mantenimiento del Hospital Universitario Central de Asturias.

Jiménez lleva 12 años en el Servicio de Salud y seis como responsable del departamento. Era un momento donde las ocho unidades destinadas a pacientes críticos estaban prácticamente llenas. "Empezamos a buscar espacios que permitiesen compaginar además los recursos materiales, humanos y fuese eficaz y eficiente porque abrir una UCI pequeña en cualquier sitio podía drivar en ineficacia. Así fue como acabamos encontrando el mejor sitio: un gimnasio muy grande que permitía 40 boxes aunque al final fueron 34", ha detallado en SER Gijón.

A partir de la elección, tocó establecer un calendario de trabajo. "De entrada coordinamos qué ibamos a hacer y cómo porque lo más importante era la estrategia. El 31 de octubre tomamos la decisión y el día 1 de noviembre empezamos a diseñar cómo llevar las instalaciones. A partir de que nos dieron luz verde, el día 2, comenzamos a funcionar. Pensábamos en siete días pero nos permitió adelantar a cinco en una primera fase". La razón fue la división del proyecto en dos. "Si hacíamos todo a la vez perdíamos tiempo y lo principal era tenerlo cuanto antes. La arquitectura nos permitió partirlo en dos con una primera fase de 19 camas para poder llegar a que la disponiblidad nunca cayese y luego hicimos la segunda de otros quince boxes", ha relatado.

El servicio que encabeza el profesional no está en primera líena, pero su función es tan importante como la de los demás. El momento también sirvió para trabajar más coordinados que nunca. "Nosotros estamos entre bambalinas, damos cobertura para los asistenciales que son lo que están en el frente porque esto, al final, es como una pequeña guerra. Desde la primera ola nos coordinábamos mucho con el servicio de Medicina Intensiva para dar lo que necesitaban. La presión era tal que con la expriencia de la primera ola, enseguida conectamos", ha apuntado.

Un equipo compuesto por 66 personas se encargó de cambiar el aspecto y el uso de lo que antes de la pandemia era un gimnasio de rehabilitación. La importancia del servicio se resume en algo tan básico como que "para que el paciente tenga ese servicio hay que suministrar los gases, la electricidad, tener en marcha los equipos electromédicos como respidoradores, la monitorización... Son cosas que habitualmente no se ven".

Jiménez concluye recordando que el momento vivido ha sido de "mucha tensión porque aquí había vidas en juego y la posibilidad de disponer de los boxes iba a permitir que las personas que tuviesen la enfermedad tuvieran asistencia". ¿La parte positiva? "La presión fue bastante grande pero nos unió, incluso la coordinación fue más sencilla porque todos teníamos claro el objetivo".