Otra pandemia nos invade: la incompetencia
La Firma de Javier Blanco

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Palencia
Últimamente no dejo de sorprenderme, un día sí y otro también, del devenir de lo cotidiano. Por un lado me preocupa el proceder que están teniendo algunos responsables políticos - y recalco algunos - en lo tocante a la veracidad de las cosas: mienten cada vez que hablan; y lo triste e irritante es que lo hacen a sabiendas, para engañar y sacar réditos políticos: para desestabilizar.
Por el otro lado están los que mienten por ineptitud, torpeza, incompetencia... por ignorancia supina. Lo triste y lamentable es que tampoco estos últimos muestran disposición alguna por cambiar y evitar el sonrojo. Al contrario, arremeten contra el opuesto para esconder la vergüenza de su incapacidad.
Lo estamos sufriendo a diario también en las diferentes direcciones o niveles de responsabilidad; es una pandemia generalizada y contagiosa de la que sólo se salvan los irrigados con la vacuna de la coherencia y el sentido común, de la instrucción, del aprendizaje y del conocimiento. Y de estos últimos, desafortunadamente, hay bastante pocos.
Lo trágico es cuando el incompetente se cree el más listo de la clase, basando sus argumentos en suposiciones, sin conocimientos contrastados ni científicos; o sólo porque lo dice él. Dirigentes con mando que se creen los "reyes o reinas del mambo", pero que bailan al son que les marca el superior que les puso en el cargo; eso sí, a dedo y a poder ser que no brille demasiado, por si acaso. Se suele detectar en tipos prepotentes y orgullosos, que piensan que los demás son ignorantes y ellos no.
Claro que también está aquel dicho popular que dice: "el que nada sabe, nada teme".
Charles Darwing decía que la ignorancia, a veces, genera más confianza que el conocimiento, una pauta que quizás conviene que empecemos a cambiar. El incompetente puede llegar a ignorar los peligros reales, es decir, puede desconocer lo que tiene que evitar y lo trágico es que sucede. Se suele detectar en tipos prepotentes y orgullosos, que piensan que los demás son ignorantes y ellos no.
Ahora bien, ¿cómo saber cuándo estás en un lado o en el otro? El conocimiento sería la primera vía de escape: conocer cuanto más mejor. La humildad sería la segunda: no creernos que somos infalibles o mejores que los demás. Si seguimos aprendiendo, si escuchamos a los demás, llegaremos a dominar la materia de la que se trate, aunque por debajo de los expertos.
Bertrand Russell decía que "el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas".
En fin, como diría aquél: sólo sé que no sé nada.




