Bienvenida maleza

Córdoba

Cientos de hectáreas de tierras de cultivo, parques, jardines y hasta aceras son rociadas cada año en todos los puntos del municipio y de la provincia con glifosato, uno de los herbicidas más comunes. Cuando se usa en agricultura, este compuesto penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos: está en los alimentos, en el agua que llega a los grifos y en el organismo.

Desde hace décadas, las organizaciones ecologistas denuncian los posibles efectos dañinos de este químico para la salud humana, que la Organización Mundial de la Salud clasificó en 2015 como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”.

En la provincia de Córdoba, las analíticas de glifosato realizadas por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y divulgadas ahora por Ecologistas en Acción, confirman la elevada presencia en ríos y embalses de este tóxico: en el 30% de las muestras se ha detectado su presencia. La situación es especialmente preocupante en el Guadalquivir.

En parte, este problema es consecuencia de una mala práctica derivada de considerar a la maleza como una mala hierba: No son malas hierbas, son plantas silvestres que enriquecen la biodiversidad y cumplen una función imprescindible en los ecosistemas, lo que pasa es que están en un lugar en el que no las deseamos.

Es necesario un cambio de paradigma y un cambio en la manera de mirar a la maleza, a la que, en vez de perseguir, tenemos que aprender a dar la bienvenida.