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FIRMAS DE OPINIÓN

La gripe española

La opinión de Manuel Ortiz Heras, Catedrático de Historia Contemporánea

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A los muertos en la Gran Guerra se añadió el impacto del soldado invisible, un microbio que causó una mortandad calculada entre 50 y 100 millones de personas. Mientras en Europa se silenciaba esta enfermedad, la libertad de prensa permitía informar sobre la denominada «gripe española». La entrada de personas procedentes de Francia y en muchos casos con destino a Portugal fue el cauce de expansión aquí. En 1920, la población española era de 20 millones, de los cuales 8 fueron infectados y 300.000 murieron por su causa.

Es difícil establecer su origen porque apareció de forma casi simultánea en Estados Unidos, Europa y Asia. Se pensó que procedía de China pasando a Gran Bretaña y Francia a través de las tropas coloniales. La primera muerte se localizó en Estados Unidos, donde fue especialmente mortífera. En España se reconoció en Madrid en mayo de 1918 y se detectaron tres olas. La natalidad y la esperanza de vida al nacer se redujeron. Se pasó de 37 años en 1917 a 27. Nadie podía pensar en los estragos de todas las familias sin distinción de clases sociales ni lugar de residencia. La inestabilidad política y la conflictividad laboral y social del llamado trienio bolchevique, 1918-1920, impidió la mejora de la Ley de Sanidad de 1904 por la que se crearon las Juntas Provinciales de Sanidad e Inspecciones de Sanidad Municipal competentes contra los focos infecciosos y la higiene municipal.

Al principio ni las autoridades ni la sociedad dieron importancia al problema, considerando que era una gripe benigna. La opinión pública achacaba a las autoridades no haber actuado a tiempo, que hubiera olvidado sus obligaciones, mostraba desconfianza ante las medidas y pedían el cierre de la frontera. Pronto hubo problemas por temor a faltas de abastecimiento. Las poblaciones solicitaban ayuda, que se les enviaran médicos y tenían que cerrar fábricas. El temor a la muerte y al contagio creó xenofobia. Pero la propia sociedad tomó actitudes de ayuda y generosidad para los epidemiados. Las donaciones del Gobernador y la cooperación y solidaridad en los pueblos permitió la formación de las Juntas de Socorro.

Las medidas higiénicas y sanitarias impuestas surtieron efecto. Los Gobernadores promulgaron medidas profilácticas. Los alcaldes debían tener lugares de aislamiento y despiojización de transeúntes; evitar las aglomeraciones en lugares cerrados, aislar a los enfermos, limpiar los lugares públicos y privados, mantener limpias las fuentes de agua potables, no permitir la salida y entrada de cerdo, desinfección de cafés y tabernas, prohibición para los médicos de ausentarse más de 48 horas del lugar de trabajo y prohibición de venta e importación de trapos. Se regularon los enterramientos y se prohibió la visita a cementerios. Aunque también se adoptaron medidas contraproducentes, crueles e ineficaces. En la prensa se recomendaba la desinfección de establecimientos. Se hacía constar en un lugar preferente de sus ediciones el peligro de contraer o llevar la enfermedad por todo aquel que visitara enfermos de gripe.

La pandemia fue tremenda, pero se recobró el ritmo iniciado de descenso progresivo de mortalidad y la modernización del país.

 
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