Trece días

Córdoba

Llevamos trece días de 2021 y, a pesar de que tengo cierta tendencia al optimismo o a minimizar aspectos negativos, debo confesar que iniciar un año con pandemia mundial, un asalto insólito al Capitolio de los Estados Unidos, la factura de la luz disparada y con una nevada en Madrid en la que sólo ha faltado ver a caminantes blancos por la Castellana, nos deja con pocos argumentos para la duda.

Es probable que todos estemos haciendo algo mal, desde la gestión política general, a decisiones colectivas o individuales que tomamos que implican acciones con el clima, o un impacto sanitario o social. Luego están los casos extremos de personas que se disfrazan para asaltar las cámaras del congreso de los Estados Unidos. No asumimos la solemnidad o la seriedad ni para esto. A mis alumnos universitarios les explico, en arte, cómo funciona la máscara. Les digo que nuestra identidad podemos protegerla o manipularla de dos formas principales. La primera, a través de la máscara, donde tú asumes un rol con el que no sólo pretendes engañar al otro sino a ti mismo ante la necesidad de creerte algo que no eres. La segunda, y para mí mucho más inteligente como medida de protección, es el camuflaje, donde tu identidad queda intacta frente a los demás al pasar desapercibido, asumiendo un comportamiento como el de algunos ejemplares del reino animal. Analizar las mascaradas con las que se han presentado los partidarios de Trump da mucho que pensar sobre el peligro emocional de los discursos populistas, sean del extremo que sean.

Así que ustedes entenderán que, con este plan, cuando esta mañana leí online como ‘última hora’ de un periódico cordobés que “Chuck Norris aclara que no formó parte del asalto al Capitolio” me han entrado ganas de coger el café y hacer un bautismo-catarsis de cafeína echándomelo a mí misma por encima de la cabeza, a ver si así despertaba de este sueño surrealista. Sólo faltaría que nos fallara Chuck Norris.

Y es que todo tiene un límite. Feliz año.